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Pan-Hispanic Ballad Project

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0088:1 Marqués de Mantua (á)            (ficha no.: 1589)

Versión de España. Recogida 00/00/1547 Publicada en Silva de 1550 t. II. f. 122 (Romance del Marqués de Mantua); Canc. de rom. s. a. f. 29; Canc. de rom. 1550 f. 29 y Floresta de varios romances. Reeditada en Wolf 1856b, Primavera y Flor de Romances, nº 165, vol. II, pp. 171-195.  818 hemist.  Música registrada.

     De Mantua salió el marqués,    Danés Urgel el leal;
  2   allá va a buscar la caza    a las orillas del mar.
     Con él van sus cazadores    con aves para volar;
  4   con él van los sus monteros    con perros para cazar;
     con él van sus caballeros    para haberlo de guardar.
  6   Por la ribera del Pou    la caza buscando van.
     El tiempo era caluroso,    víspera era de Sant Juan.
  8   Métense en una arboleda    para refresco tomar;
     al derredor de una fuente    a todos mandó asentar.
  10   Viandas aparejadas    traen, procuran yantar.
     Desque hubieron yantado    comenzaron de hablar
  12   solamente de la caza    cómo se ha de ordenar.
     Al pie están de una breña    que junto a la fuente está;
  14   oyeron un gran ruido    entre las ramas sonar.
     Todos estuvieron quedos    por ver qué cosa será;
  16   por las más espesas matas    veen un ciervo asomar.
     De sed venía fatigado,    al agua se iba a lanzar;
  18   los monteros a gran priesa    los perros van a soltar.
     Sueltan lebreles sabuesos    para le haber de tomar.
  20   El ciervo que los sintió    al monte se vuelve a entrar;
     caballeros y monteros    comienzan de cabalgar.
  22   Siguiéndole iban el rastro    con gana de lo alcanzar;
     cada uno va corriendo    sin uno a otro esperar.
  24   El que traía buen caballo    corría más por le atajar;
     apártanse unos de otros    sin al marqués aguardar.
  26   El ciervo era muy ligero,    mucho se fue adelantar;
     al ladrido de los perros    los más siguiendo le van.
  28   El monte era muy espeso,    todos perdido se han.
     El sol se quería poner,    la noche quería cerrar,
  30   cuando el buen marqués de Mantua    solo se fuera, a fallar
     en un bosque tan espeso    que no podía caminar.
  32   Andando a un cabo y a otro,    mucho alejado se ha;
     tantas vueltas iba dando    que no sabe donde está.
  34   La noche era muy escura,    comenzó recio a tronar;
     el cielo estaba nublado,    no cesa de relampaguear.
  36   El marqués que así se vido    su bocina fue a tomar;
     a sus monteros llamando.    tres veces la fue a tocar.
  38   Los monteros eran lejos,    por demás era el sonar;
     el caballo iba cansado    de por las breñas saltar;
  40   a cada paso caía,    no se podía menear.
     El marqués muy enojado    la rienda le fue a soltar;
  42   por do el caballo quería    lo dejaba caminar.
     El caballo era de casta,    esfuerzo fuera a tomar.
  44   Diez millas ha caminado    sin un momento parar;
     no va, camino derecho    mas por do podía andar.
  46   Caminando todavía    un camino va a topar;
     siguiendo por el camino    va a dar en un pinar.
  48   Por él anduvo una pieza    sin poder d`él se apartar.
     Pensó reposar allí    o adelante pasar,
  50   mas por buscar a los suyos    adelante quiere andar.
     Del pinar salió muy presto,    por un valle fuera a entrar,
  52   cuando oyó dar un gran grito    temeroso y de pesar,
     sin saber que de hombre fuese,    o qué pudiese estar.
  54   Solo gran dolor mostraba,    otro no pudo notar,
     de que se turbó el marqués,    todo espeluzado se ha;
  56   mas aunque viejo de días    empiézase de esforzar.
     Por su camino adelante    empieza de caminar.
  58   A pie va que no a caballo,    el caballo va a dejar
     porque estaba muy cansado    y no podía bien andar;
  60   en un prado que allí estaba    allí lo fuera a dejar.
     Cuando llegó a un río,    en medio de un arenal
  62   un caballo vido muerto,    comenzóle de mirar.
     Armado estaba de guerra    a guisa de pelear;
  64   los brazos tenía cortados,    las piernas otro que tal;
     un poco más adelante    una voz sintió hablar:
  66   --¡Oh Santa María Señora,    lo me quieras olvidar!
     ¡A ti encomiendo mi alma,    plégate de la guardar!
  68   En este trigo de muerte    esfuerzo me quieras dar;
     pues a los tristes consuelas,    quieras a mí consolar
  70   y tu muy precioso Hijo    por mí te plega rogar
     que perdone mis pecados,    mi alma quiera salvar.--
  72   Cuando aquesto oyó el marqués    luego se fuera apartar;
     revolvióse el manto al brazo    la espada fuera, a sacar.
  74   Apartado del camino,    por el monte fuera a entrar;
     hacia do sintió la voz    empieza de caminar.
  76   Las ramas iba cortando    para la vuelta acertar;
     a todas partes miraba    por ver qué cosa será;
  78   el camino por do iba    cubierto de sangre está.
     Vínole grande congoja,    todo se fue a demudar,
  80   que el espíritu le daba    sobresalto de pesar.
     De donde la voz oyera    muy cerca fuera a llegar;
  82   al pie de unos altos robles    vido un caballero estar,
     armado de todas armas    sin estoque ni puñal.
  84   Tendido estaba en el suelo,    no cesa de se quejar;
     las lástimas que decía    al marqués hacen llorar.
  86   Por entender lo que dice    acordó de se acercar.
     Atento estaba escuchando    sin bullir ni menearse
  88   lo que decía el caballero    razón es de lo contar.
     --¿Dónde estás, señora mía,    que no te pena mi mal?
  90   De mis pequeñas heridas    compasión solías tomar,
     ¡agora de las mortales    no tienes ningún pesar!
  92   No te doy culpa, señora,    que descanso en el hablar;
     mi dolor que es muy sobrado    me hace desatinar.
  94   Tú no sabes de mi mal    ni de mi angustia mortal;
     yo te pedí la licencia    para mi muerte buscar.
  96   Pues yo la hallé, señora,    a nadie debo culpar,
     cuanto más a ti, mi bien,    que no me la querías dar;
  98   mas cuando más no podiste    bien sentí tu gran pesar
     en la fe de tu querer,    según te vi demostrar.
  100   ¡Esposa mía y señora!    no cures de me esperar;
     fasta el día del juicio    no nos podemos juntar.
  102   Si viviendo me quisiste,    al morir lo has de mostrar,
     no en hacer grandes extremos,    mas por el alma rogar.
  104   ¡Oh mi primo Montesinos,    Infante don Merín,
     deshecha es la compañía    en que solíamos andar!
  106   ¡Ya no esperéis más de verme    no os cumple más de buscar,
     que en balde trabajaréis    pues no me podréis hallar!
  108   ¡Oh esforzado don Renaldos!    ¡Oh buen paladín Roldán!
     ¡Oh valiente don Urgel!    ¡Oh don Ricardo Normante!
  110   ¡Oh marqués don Oliveros!    ¡Oh Durandarte el galán!
     ¡Oh archiduque don Estolfo!    ¡Oh gran duque de Milán!
  112   ¿Dónde sois todos vosotros?    ¿No venís a me ayudar?
     ¡Oh emperador Carlo Magno,    mi buen señor natural,
  114   si supieses tú mi muerte    cómo la harías vengar!
     Aunque me mató tu hijo    justicia querrías guardar,
  116   pues me mató a traición    viniéndole acompañar.
     ¡Oh principe don Carloto!    ¿qué ira tan desigual
  118   te movió sobre tal caso    a quererme así matar,
     rogándome que viniese    contigo por te guardar?
  120   ¡Oh desventurado yo,    cómo venía sin cuidar
     que tan alto caballero    pudiese hacer tal maldad!
  122   Pensando venir a caza,    mi muerte vine a cazar.
     No me pesa del morir    pues es cosa natural,
  124   ¡mas por morir como muero    sin merecer ningún mal
     y en tal parte donde nunca    la mi muerte se sabrá!
  126   ¡Oh alto Dios poderoso,    justiciero y de verdad,
     sobre mi muerte inocente    justicia quieras mostrar!
  128   ¡De esta ánima pecadora    quieras haber piedad!
     ¡Oh triste reina mi madre,    Dios te quiera consolar,
  130   que ya es quebrado el espejo    en que te solías mirar!
     Siempre de mí recelaste    recebir algún pesar,
  132   ¡agora de aquí adelante    no te cumple recelar!
     En las justas y torneos    consejo me solías dar,
  134   ¡agora triste en la muerte    aun no me puedes hablar!
     ¡Oh noble marqués de Mantua,    mi señor tío carnal!
  136   ¿dónde estaís que no ois    mi doloroso quejar?
     ¡Qué nueva tan dolorosa    vos será de gran pesar,
  138   cuando de mí no supiérdes    ni me pudiérdes hallar!
     Hecístesme heredero    por vuestro Estado heredar,
  140   ¡mas vos lo habréis de ser mío    aunque sois de más edad!
     ¡Oh mundo desventurado,    nadie debe en ti fiar:
  142   al que más subido tienes    mayor caída haces dar!
     Estas palabras diciendo    no cesa de sospirar,
  144   sospiros muy dolorosos    para el corazón quebrar.
     Turbado estaba el marqués,    no pudo más escuchar;
  146   el corazón se le aprieta,    la sangre vuelta se le ha.
     A los pies del caballero    junto se fue a llegar;
  148   con la voz muy alterada    empezóle de hablar:
     --¿Qué mal tenéis?, caballero,    ¿querádesmelo contar?
  150   ¿Tenéis heridas de muerte,    o tenéis otro algún mal?--
     Cuando lo oyó el caballero    la cabeza probó alzar;
  152   pensó que era su escudero,    tal respuesta lo fue a dar:
     --¿Qué dices, amigo mío?    ¿Traes con quien me confesar?
  154   Que ya el alma se me sale,    la vida quiero acabar;
     del cuerpo no tengo pena,    que el alma querría salvar.
  156   Luego le entendió el marqués    por otro le fuera a tomar;
     respondióle muy turbado    que apenas pudo hablar:
  158   --Yo no soy vuestro criado,    nunca comí vuestro pan;
     antes soy un caballero    que por aquí acerté a pasar.
  160   Vuestras voces dolorosas    aquí me han hecho llegar,
     a saber qué mal tenéis    o de qué es vuestro penar.
  162   Pues que caballero sois    querades vos esforzar,
     que para esto es este mundo    para bien y mal pasar.
  164   Decidme, señor, quién sois    y de qué es vuestro mal,
     que si remediarse puede,    yo os prometo de ayudar.
  166   No dudéis, buen caballero,    de decirme la verdad.--
     Tornara en sí Valdovinos,    respuesta le fuera a dar:
  168   --Muchas mercedes, señor,    por la buena voluntad;
     mi mal es crudo y de muerte,    no se puede remediar.
  170   Veinte y dos feridas tengo    que cada una es mortal;
     el mayor dolor que siento,    es morir en tal lugar,
  172   do no se sabrá mi muerte    para poderse vengar,
     porque me han muerto a traición    sin merescer ningún mal.
  174   A lo que habéis preguntado    por mi fe os digo verdad,
     que a mí dicen Valdovinos,    que el Franco solían llamar:
  176   hijo soy del rey de Dacia,    hijo soy suyo carnal;
     uno de los doce pares    que a la mesa comen pan.
  178   La reina doña Ermeline    es mi madre natural,
     el noble marqués de Mantua    era mi tío carnal,
  180   hermano era de mi padre    sin en nada discrepar;
     la linda infanta Sevilla    es mi esposa sin dudar.
  182   Hame ferido Carloto    su hijo del emperante,
     porque él requirió de amores    a mi esposa con maldad;
  184   porque no le dio su amor    él en mí se fue, a vengar
     pensando que por mi muerte    con ella había de casar.
  186   Hame muerto a traición    viniendo yo a le guardar,
     porque él me rogó en París    le viniese acompañar
  188   a dar fin a una aventura    en que se quería probar.
     Quien quier que seais, caballero,    la nueva os plega llevar
  190   de mi desastrada muerte    a París esa ciudad,
     y si hacia París no fuerdes    a Mantua la iréis a dar,
  192   que el trabajo que ende habréis    muy bien vos lo pagarán,
     y si no quisiérdes paga,    bien se vos agradecerá.--
  194   Cuando aquesto oyó el marqués    la habla perdido ha,
     en el suelo dio consigo,    la espada fue arrojar,
  196   las barbas de la su cara    empezólas de arrancar,
     los sus cabellos muy callo    comiénzalos de mesar.
  198   A cabo de una gran pieza    en pie se fue a levantar;
     allegóse al caballero    por las armas le quitar.
  200   Desque le quitó el almete    comenzóle de mirar:
     estaba bañado en sangre    con la color muy mortal;
  202   estaba desfigurado,    no lo podía figurar,
     ni le podía conoscer    en el gesto ni el hablar;
  204   dudando estaba dudando    si era mentira o verdad.
     Con un paño que traía    la cara le fue a limpiar:
  206   desque la hubo limpiado    luego conocido lo ha.
     En la boca lo besaba,    no cesando de llorar,
  208   las palabras que decía    dolor es de las contar:
     --¡Oh sobrino Valdovinos,    mi buen sobrino carnal!
  210   ¿Quién vos trató de tal suerte?    ¿Quién vos trajo a tal lugar?
     ¿Quién es el que a vos mató    que a mi vivo fue a dejar?
  212   ¡Mas valiera la mi muerte    que la vuestra en tal edad!
     ¿No me conocéis, sobrino?    ¡Por Dios me queráis hablar!
  214   --Yo soy el triste marqués    que tío solíades llamar,
     yo soy el marqués de Mantua    que debo de reventar
  216   llorando la vuestra muerte    por con vida no quedar.
     ¡Oh desventurado viejo!    ¿Quién me podrá conortar?,
  218   que pérdida tan crecida    más dolor es consolar.
     Yo la muerte de mis hijos    con vos podría olvidar.
  220   Agora, mi buen señor,    de nuevo habré de llorar.
     A vos tenía por sobrino    para mi estado heredar;
  222   agora por mi ventura    yo vos habré de enterrar.
     Sobrino, de aquí adelante    yo no quiero vivir más;
  224   ven, muerte, cuando quisieres,    no te quieras detardar;
     ¡mas al que menos te teme    le huyes por más penar!
  226   ¿Quién le llevará las nuevas    amargas de gran pesar?
     A la triste madre vuestra    ¿quién la podrá consolar?
  228   Siempre lo oí decir,    agora veo ser verdad,
     que quien larga vida vive    mucho mal ha de pasar.
  230   Por un placer muy pequeño    pesares ha de gustar.
     De estas palabras y otras    no cesaba de hablar,
  232   llorando de los sus ojos    sin poderse conortar.
     Esforzóse Valdovinos    con el angustia mortal;
  234   desque conoció a su tío    alivio fuera a tomar.
     Tomóle entrambas las manos,    muy recio le fue apretar;
  236   disimulando su pena    comenzó al marqués hablar:
     --No lloredes, señor tío,    por Dios no queráis llorar,
  238   que me dais doblada pena    y al alma hacéis penar;
     mas lo que vos encomiendo    es por mí queráis rogar,
  240   y no me desamparéis    en este esquivo lugar;
     fasta que yo haya espirado,    no me querades dejar.
  242   Encomiéndoos a mi madre,    vos la queráis consolar,
     que bien creo que mi muerte    su vida habrá de acabar;
  244   encomiéndoos a mi esposa,    por ella queráis mirar;
     el mayor dolor que siento    es no la poder hablar.
  246   Ellos estando en aquesto    su escudero fue a llegar.
     Un ermitaño traía    que en el bosque fue a hallar,
  248   hombre de muy santa vida    de órden sacerdotal.
     Cuando llegó el ermitaño    el alba quería quebrar.
  250   Esforzando a Valdovinos    comenzóle amonestar
     que olvidase aqueste mundo    y de Dios se quiera acordar.
  252   Aparte se fue el marqués    por dalles mejor lugar;
     el escudero a otra parte    también se fuera apartar.
  254   E marqués de quebrantado    gran sueño le fue a tomar.
     Confesóse Valdovinos    a toda su voluntad.
  256   Estando en su confesión,    ya que quería acabar,
     las angustias de la, muerte    comienzan de le aquejar.
  258   Con el dolor que sentía    una gran voz fuera a dar;
     llama a su tío el marqués,    comenzó así de hablar:
  260   --Adiós, adiós, mi buen tío,    adiós vos queráis quedar,
     que yo me voy de este mundo    para la mi cuenta dar.
  262   Lo que vos ruego y encomiendo    no lo queráis olvidar;
     dadme vuestra bendición,    la mano para besar.
  264   Luego perdiera el sentido,    luego perdiera el hablar,
     los dientes se le cerraron,    los ojos vuelto se le han.
  266   Recordó luego el marqués,    a él se fuera a llegar,
     muchas veces lo bendice    no cesando de llorar.
  268   Absolvióle el ermitaño;    por él comienza a rezar.
     A cabo de poco rato    Valdovinos fue a espirar.
  270   El marqués de verlo así    amortecido se ha,
     consuélalo el ermitaño,    muchos ejemplos le da;
  272   el marqués como discreto    acuerdo fuera a tomar,
     pues remediar no se puede,    a haberse de conortar.
  274   Lo que hacía el escudero    lástima era de mirar;
     rescuñaba la su cara,    sus ropas rasgado ha,
  276   sus barbas y sus cabellos    por tierra los va a lanzar.
     A cabo de una gran pieza,    que ambos cansados están,
  278   el marqués al ermitaño    comienza de preguntar:
     --Pídoos por Dios, padre honrado,    respuesta me queráis dar.
  280   ¿Dónde estamos, o en qué reino,    en qué señorío o lugar?
     ¿Cómo se llama esta tierra?    ¿Cuya es, y a qué mandar?--
  282   El ermitaño responde:    --Pláceme de voluntad:
     debéis de saber, señor,    que esta es tierra sin poblar;
  284   otro tiempo fue poblada,    despoblóse por gran mal,
     por batallas muy crueles    que hubo en la cristiandad.
  286   A esta llaman la Floresta    sin ventura y de pesar,
     porque nunca caballero    en ella se acaeció entrar
  288   que saliese sin gran daño    o desastre desigual.
     Esta tierra es del marqués    de Mantua, la gran ciudad:
  290   fasta Mantua son cien millas,    sin poblado ni lugar,
     sino sola una ermita    que a seis millas de aquí está,
  292   donde yo hago mi vida    por del mundo me apartar.
     El más cercano poblado    a veinte millas está;
  294   es una villa cercada    del ducado de Milán.
     Ved lo que queréis, señor,    en que yo os pueda ayudar,
  296   que por servicio de Dios    lo haré de voluntad,
     y por vuestro acatamiento,    y por hacer caridad.--
  298   El marqués que aquesto oyera    comenzóle de rogar
     que no recibiese pena    de con el cuerpo quedar,
  300   mientra él y el escudero    el caballo van buscar
     que allí cerca había dejado    en un prado a descansar.
  302   Plúgole al ermitaño    allí haberlos de esperar.
     El marqués y el escudero    el caballo van buscar;
  304   por el camino do iban    comenzóle a preguntar:
     --Dígasme, buen escudero,    si Dios te quiera guardar,
  306   ¿qué venía tu señor    por esta tierra buscar
     y por qué causa lo han muerto,    y quién le fuera a matar?
  308   Respondió el escudero,    tal respuesta le fue a dar:
     --Por la fe que debo a Dios    yo no lo puedo pensar,
  310   porque no lo sé, señor;    lo que vi os quiero contar.
     Estando dentro en París    en cortes del emperante,
  312   el príncipe don Carloto    a mi señor envió a llamar.
     Estuvieron en secreto    todo el día en su hablar;
  314   cuando la noche cerró    ambos se fueron a armar.
     Cabalgaron a caballo,    salieron de la ciudad
  316   armados de todas armas    a guisa de pelear.
     Yo salí con Valdovinos    y con Carloto un paje;
  318   ayer hubo quince días    salimos de la ciudad.
     Luego cuando aquí llegamos    a este bosque de pesar,
  320   mi señor y don Carloto    mandaron nos esperar.
     Solos se entraron los dos    por aquel espeso valle;
  322   el paje estaba cansado,    gran sueño le fue a tomar;
     yo pensando en Valdovinos    no podía reposar.
  324   Apartéme del camino    en un árbol fui a pujar,
     a todas partes miraba    cuándo los veria tornar.
  326   A cabo de un gran rato    caballos oí relinchar,
     vi venir tres caballeros    mi señor no vi tornar.
  328   Venían bañados en sangre,    luego vi mala señal:
     el uno era don Carloto,    los dos no pude notar.
  330   Con gran miedo que tenía,    no les osé preguntar
     dó quedaba Valdovinos,    dó le fueran a dejar,
  332   mas abajéme del árbol,    entré por aquel pinar.
     Desque los vi trasponer    yo comencé de buscar
  334   a mi señor Valdovinos,    mas no lo podía hallar:
     El rastro de los caballos    no dejaba de mirar.
  336   A la entrada de un llano,    al pasar de un arenal,
     vi la huella de otro caballo    la cual me pareció mal.
  338   Vi mucha sangre por tierra    de que me fui a espantar;
     en la orilla del río    el caballo fui a hallar,
  340   más adelante no mucho    a Valdovinos vi estar.
     Boca abajo estaba en tierra,    y casi quería espirar,
  342   todo cubierto de sangre    que apenas podía hablar.
     Levantáralo de tierra,    comencéle de limpiar;
  344   por señas me demandó    confesor fuese a buscar.
     Esto es, noble señor,    lo que sé de este gran mal.--
  346   En estas cosas hablando    el caballo van topar.
     Cabalgó en él el marqués,    y a las ancas fuele a tomar;
  348   a do quedó el ermitaño    presto tornado se han.
     Desque hablaron un rato    acuerdo van a tomar
  350   que se fuesen a la ermita,    y el cuerpo allá lo llevar.
     Pónenlo encima el caballo,    nadie quiso cabalgar.
  352   El ermitaño los guía,    comienzan de caminar;
     llevan via de la ermita    apriesa y no de vagar.
  354   Deque allá hubieron llegado    el cuerpo van desarmar.
     Quince lanzadas tenía,    cada una era mortal,
  356   que de la menor de todas    ninguno podría escapar.
     Cuando así lo vio el marqués    traspasóse de pesar;
  358   a cabo de una gran pieza,    un gran suspiro fue a dar.
     Entró dentro en la capilla,    de rodillas se fue a hincar,
  360   puso la mano en una ara    que estaba sobre el altar
     en los pies de un crucifijo    jurando, empezó de hablar:
  362   --Juro por Dios poderoso    por Santa María su Madre,
     y al santo Sacramento    que aquí suelen celebrar,
  364   de nunca peinar mis canas    ni las mis barbas cortar,
     de no vestir otras ropas    ni renovar mi calzar,
  366   de no entrar en poblado    ni las armas me quitar,
     sino fuere una hora    para mi cuerpo limpiar;
  368   de no comer a manteles    ni a mesa me asentar,
     fasta matar a Carloto    por justicia o pelear,
  370   o morir en la demanda    manteniendo la verdad,
     y si justicia me niegan    sobre esta tan gran maldad,
  372   de con mi Estado y persona    contra Francia guerrear,
     y manteniendo la guerra    morir o vencer sin paz.
  374   Y por este juramento    prometo de no enterrar
     el cuerpo de Valdovinos    fasta su muerte vengar.
  376   De que aquesto hubo jurado    mostró no sentir pesar;
     rogando está al ermitaño    que le quisiese ayudar
  378   para llevar aquel cuerpo    al más cercano lugar.
     El ermitaño piadoso    su bestia le fue a dejar;
  380   amortajaron el cuerpo,    en ella lo van a posar.
     Con las armas de Valdovinos    el marqués se fue armar;
  382   cabalgara en su caballo,    comienza de caminar.
     Camino llevan de la villa    que arriba oistes nombrar.
  384   Con él iba el ermitaño    por el camino mostrar.
     Antes que a la villa lleguen    una abadía van fallar
  386   de la órden de Sant Bernardo    que en una montaña está,
     a la bajada de un puerto    y a la entrada de un lugar.
  388   Allá se fue el marqués    y allí acordó quedar
     por estar más encubierto,    y el cuerpo en guarda dejar,
  390   por hacelle un ataúd    y habello de embalsamar.
     Al ermitaño rogaba    dineros quiera tomar;
  392   desque dineros no quiso    sus ricas joyas le da.
     No quiso ninguna cosa,    su bestia fue a demandar;
  394   despidióse del marqués,    a Dios le fue encomendar.
     Después de ser despedido    para su ermita se va;
  396   por el camino do vuelve    a muchos topado ha
     que el marqués iban buscando,    llorando por le hallar.
  398   Muchos por él preguntaban,    las señales ciertas dan;
     por las señas que le dieron    él conocido lo ha,
  400   a todos les respondía:    --Yo vos digo de verdad,
     que un hombre de tales señas,    que no sé quién es ni cuál,
  402   dos días ha que le acompaño    sin saber adónde va;
     dejélo en un abadía    que dicen de Flores Valle,
  404   con un caballero muerto    que acaso fuera a fallar:
     si allá queréis ir, señores,    fallaréislo de verdad.

Variantes: -8b refrescor Canc. de rom. s. a. y 1550; -62a caballero Canc. de rom. s. a. y 1550; -70ay al tu Canc. de rom. s. a. y 1550; -87b meneare Silva; -94a de mi bien Silva; -115b querías Canc. de rom. s. a. y 1550; -119b arguardare Canc. de rom. s. a. y 1550; -178a Ermelina Silva; -213b queráisme Canc. de rom. s. a. y 1550; -214b soléis Canc. de rom. s. a. y 1550; -220a agora de aquí adelante Silva. Agora, mi buen sobrino. Flor; -221ahijo Flor; -227b que es Silva; -273b cordura es se conotar Flor; -324b Puyare Silva, Flor; -333a lo Canc. de rom. s. a. y 1550, Flor; -337a de tres caballos Silva de otros caballo. Canc. de rom. s. a.;de los caballos. Flor; -364b ni las barbas me cortare Silva. Ni de mis barbas cortar. Flor; -367a por un hora Silva. Sólo una hora. Flor; -367b alimpiar Canc. de rom. s. a. y 1550; -373b sin pare. Canc. de rom s. a. y 1550. Vencer, o en ella acabar. Flor; -386a Benito. Flor; -386b aspereza. Flor; -387b que cerca de un valle hay. Flor; -390a hacelle. Flor; -392b algunas. Flor; -397b por no lo. Flor; -402a acompañé. Flor; -405b halleréisle sin dudar.--// Todos se van muy alegres, / para su señor hablar//. Flor.

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0088:3 Marqués de Mantua (á)            (ficha no.: 9703)

Versión de El Villar de Poyales (ay. Enciso, p.j. Calahorra, ant. Arnedo, La Rioja, España).   Recitada por Felicitas Pérez Martínez (94a). Recogida por Javier Asensio García, 8/08/2002 (Archivo: ARLR; Colec.: Asensio García, J.). Publicada en Asensio García 2008, Romancero General de La Rioja Piedra de Rayo, Logroño, nº 26.1.  059 hemist.  Música no registrada.

     De Mantua salió el marqués    Danes Urgel el leal
  2   a divertirse en la caza    por las orillas del mar
     Con él van sus caballeros    por hacerse acompañar
  4   y también van sus monteros    con perros para cazar.
     Ya de que hubieron comido    comenzaron a tratar
  6   del modo cómo la caza    se debía gobernar.
     Estando en estas palabras    un corzo llegó a pasar;
  8   los monteros con gran prisa    los perros van a soltar,
     cada uno por su lado    todos perdidos se van.
  10   El marqués se queda solo    en el medio de un pinar
     en un bosque tan espeso    que no sabe dónde está.
  12   No sabiéndose qué hacer    las riendas le fue a soltar
     al caballo pa que vaya    por donde quisiera andar.
  14   Siguió al caballo corriendo,    entróse por un pinar;
     oyó unos tristes lamentos    que anunciaban gran pesar:
  16   --¡Oh, Virgen Santa María    ya me puedes ayudar!
     a vos encomiendo mi alma    acógela por piedad
  18   --Decirme, señor, quién sois    y de qué es vuestro penar.
     --Yo me llamo Valdovinos    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
  20   y el noble marqués de Mantua    mi señor tío carnal;
     pensando heredarle yo    él es quien me heredará.
  22   Que me ha matado Carloto    que me quería matar
     porque requirió de amores    a mi esposa con maldad.
  24   Ella no le prestó oídos    y en mí se quiso vengar,
     trayéndome hasta este bosque    con que veníamos a cazar.--
  26   En ese mismo momento    el conde llegó a expirar.
     . . . . . . . . . . . . . . . . . . .    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    
entonces el marqués de Mantua al ver que era su sobrino dice que juró:
     no comer pan en manteles,    ni las barbas afeitar,
  28   ni acostarse en cama    hasta su muerte vengar.
     . . . . . . . . . . . . . . . . . . .    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
    
entonces a Carloto lo cogen y
     al otro día siguiente    ya lo llevan a enterrar;
  30   así quedó vengado    aquel grande criminal.

Nota del recolector/editor: Este romance figura en el cancionero de Amberes de 1550. La versión que recuerda Felicitas procede de algún pliego posterior. Al margen de su amplio saber tradicional, confiesa haber sido muy aficionada a memorizar las "coplas" que caían en sus manos.

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0088:2 Marqués de Mantua (á)            (ficha no.: 8844)

Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Arcadio de Larrea Palacín, entre 1950-1952 (Archivo: AMP; Colec.: Larrea Palacín). Publicada en Larrea Palacín 1952b, II, pp. 147-172 [T. 216]. Música, M228 p. 147.  1139 hemist.  Música registrada.

     De Mantua salió el marqués    Danés Urgel el leal
  2   a divertirse en la caza    por las orillas del mar.
     Con él van sus caballeros    para hacerse acompañar
  4   y también van sus monteros    con perros para cazar.
     El tiempo era caluroso    y, por refresco tomar,
  6   alrededor de una fuente    a todos mandó a sentar.
     Luego que hubieron comido    comenzaron a tratar
  8   el modo cómo la caza    la iban a gobernar.
     Al pie estaba de una breña    que junto a la fuente está
  10   oyendo un grato ruido    entre las ramas sonar.
     Todos se estuvieron quieto    por ver qué cosa será
  12   y por las espesas matas    vieron un siervo asomar.
     Los monteros, con gran prisa,    los perros van a soltar;
  14   el siervo, que lo sentía,    al monte se volvió a entrar.
     Caballeros y monteros    comienzan a cabalgar,
  16   cada cual iba corriendo    sin uno al otro aguardar.
     Apartóse uno de otros    sin al marqués esperar.
  18   El bosque era muy espeso,    todos perdidos se han;
     el sol se iba a poner,    la noche empieza a cerrar,
  20   el noble marqués de Mantua    solo se iba a quedar
     en un bosque muy espeso    que no sabe dónde está.
  22   El marqués, que así se vio,    su voz fina fue a sacar;
     sus monteros están lejos,    no le pueden escuchar;
  24   tan cansado va el caballo    que no puede caminar.
     El marqués, muy enojado,    la rienda le fue a soltar
  26   para que el caballo siga    por donde quisiere andar.
     Siguió el caballo el camino,    entróse por un pinar.
  28   Del pinar se pasa a un valle,    y yendo, por él a entrar,
     oyó unos tristes gemidos    que anunciaban gran pesar.
  30   De esto se turbó el marqués,    todo espeluznado está;
     mas, aunque no era joven,    con un esfuerzo natural
  32   hacia la voz se encamina    a la que oyó pronunciar:
     --Oh Virgen Santa María,    no me querías olvidar,
  34   a ti encomiendo mi alma,    acógela por piedad;
     a tu precioso hijo    por mis plegantes rogar
  36   que perdone mis pecados    y quiera mi alma salvar.--
     Cuando esto el marqués oyó    la espada fue a empuñar,
  38   apartóse del camino    y comenzó a trepar
     hazia donde la voz zuena    por el monte se fue a entrar.
  40   La vereda por donde iba    regada de sangre está,
     y al pie de unos altos robles    vio a un caballero estar
  42   tendido en el duro suelo    sin dejarse de quejar.
     Las lástimas que decía    son digna de relatar:
  44   --¿Dónde estoy, esposa mía,    que no te duele mi mal?
     de mis heridas pequeñas    compasión solías tomar
  46   y ahora de las mortales    no tienes ningún pesar.
     No te doy culpa, señora,    pues yo me busqué mi mal.
  48   Esposa del alma mía,    no tienes más que esperar;
     hasta el día del juicio    ya no nos veremos más.
  50   Si viviendo me quisistis,    consejos me solías dar,
     y ahora, en mi agonía    aun no me puedes hablar.
  52   Oh mi primo, Montesino,    oh leal infante Morián,
     ya no esperéis más en verme    pues non me puedes hayar.
  54   Oh, esforzado don Reinale,    oh, paladín don Rondal,
     oh, marqués don Oliveros,    oh, gran duque del Milán,
  56   oh, emperador Carlos Magno,    mi buen señor natural,
     si tú supieras mi muerte    cómo la harías vengar.
  58   Aunque me mató tu hijo    justicia habías de dar,
     pues me mató a traición    viniéndole a acompañar.
  60   Oh, príncipe don Carloto,    ¿qué ira tan infernal
     te movió sobre tal caso    a quererme así matar
  62   rogándome que viniera    contigo a este lugar?
     No me pesa de morir    porque es cosa natural,
  64   más sí morí como muero    sin merecer algún mal,
     en paraje donde nunca    mi triste muerte sabrán.
  66   Oh, alto Dios poderoso    de justicia y de verdad,
     de esta ánima que te adora    quieras darme piedad.
  68   Oh, triste reina, mi madre,    Dios te quiera aconsolar,
     que ya quebraste el espejo    donde te solías mirar
  70   y nunca querías darle    a arrecibir algún pesar.
     En las justas y torneos    consejos me solías dar
  72   y ahora, en mi agonía    aún no me puedes hablar.
     Oh, noble marqués de Mantua,    mi señor tío carnal
  74   ¿dónde estáis, que no me oyís    mi doloroso quejar?
     Hicísteme tu heredero    por vuestro estado heredar,
  76   mas vos lo habéis de ser mío    aunque soy de más edad.
     Oh, mundo desventurado,    nadie en ti debe fiar,
  78   que al que más subido tienes    mayor caída haces dar.--
     Estas palabras diciendo    non cesa de suspirar.
  80   Turbado estaba el marqués    no pudo más escuchar
     y llegándose más cerca    de esta suerte le empezó a hablar:
  82   --Decidme, señor quién sois    y de qué es vuestro penar,
     que si yo remediar os puedo,    yo os prometo ayudar.
  84   No dudéis, buen caballero,    de decirme la verdad.--
     Vuelto en sí Valdovino    esta respuesta le da:
  86   --Muchas mercedes, señor,    por la buena voluntad;
     pero mi mal es de muerte    y no se puede remediar.
  88   Veintidós heridas tengo,    que cada una es mortal;
     el mayor dolor que tengo    es el morir en este lugar
  90   y quien me ha muerto a traición    sin haber hecho algún mal.
     Por lo que me habéis preguntado    señor, a vuestra majestad,
  92   mi nombre es Valdovinos    que el Franco suelen llamar.
     Hijo soy del rey de Dazia,    soy hijo suyo carnal;
  94   la reina doña Herminia    es mi madre natural;
     el noble marqués de Mantua    es mi buen tío carnal;
  96   la linda infanta Sevilla    es mi esposa sin dudar.
     Me ha herido don Carioto    a traición y crueldad
  98   porque requirió de amores    a mi esposa con maldad.
     Ella non le prestó oídos    y en mí se quiso vengar,
  100   pensando que por mi muerte    con ella se ha de casar,
     y así me ha herido a traición,    con perfidia, con maldad,
  102   porque él me rogó en París    que le viniera a acompañar
     a dar fin a una aventura    en que se quiere probar.
  104   Quien fueseis, buen caballero,    las nuevas querías llevar
     de mi desastroza muerte    a París, recia ciudad;
  106   y si a París no fuereis,    a Mantua la iris a dar,
     que el trabajo que tomaréis    bien os lo agradecerá.--
  108   Cuando esto oyó el marqués    e comenzó a desmayar;
     cayó como muerto en tierra    sin poderse menear;
  110   mas al cabo de un gran rato    que se pudo levantar,
     se ha llegado a Valdovino    y comenzóle a desbrochar.
  112   Le encontró bañado en sangre    y el color muy mortal.
     Con un paño que traía    la cara le fue a limpiar.
  114   Cuando le hubo limpiado    reconoció la verdad;
     en la boca le besaba,    no cesaba de llorar.
  116   Las palabras que le dice    dolor causa de contar:
     --Oh, sobrino Valdovino,    mi buen sobrino carnal,
  118   ¿quién os trató de tal suerte?    ¿quién os trajo a este lugar?
     ¿quién es que a vos mató,    que a mí vivo fue a dejar?,
  120   que mejor dada era mi muerte    que la vuestra a tal edad.
     ¿No me conoces, sobrino?    Por Dios, queráisme hablar;
  122   yo soy el triste marqués    que tío solías llamar;
     yo soy el marqués de Mantua    que debiera aquí quedar
  124   llorando vuestra desgracia    y con la vida acabar.
     Oh, desventurado viejo,    ¿quién te podrá aconsolar?
  126   yo las muertes de mis hijos    con vos las solía olvidar
     y ahora, mi buen sobrino,    de nuevo tendré que llorar.
  128   A vos por hijo adopté    para mi estado heredar
     y ahora, por mi desdicha    vos he de ver enterrar.
  130   Ven, muerte, cuando quieras,    no te quieras más tardar;
     pero al que menos te teme    le huyes por más penar.
  132   ¿Quién ha de llevar las nuevas    amargas de tal pesar?
     A la triste de su madre    ¿quién la podrá consolar?--
  134   Estas palabras y otras    non cesaba de exclamar,
     llorando con amargura    sin poderse menear.
  136   Esforzóse Valdovinos    y a su tío empezó a hablar:
     --No lloréis, mi señor tío,    por Dios el llanto enjugar,
  138   que me dais dobladas angustias    y el alma me hacéis penar.
     Mas lo que yo os encomiendo    es por mí queráis rogar
  140   y no me desamparéis    en este triste lugar.
     Os encomiendo mi madre    que la queráis consolar,
  142   que bien creo que mi muerte    su vida habrá de acabar.
     No os olvidéis de mi esposa,    modelo de lealtad,
  144   que el mayor dolor que tengo    es el no poderla hablar.--
     Estando en estas palabras    vio al escudero llegar
  146   y a un ermitaño con él    que en un bosque fue a buscar,
     hombre de muy santa vida    del orden sacerdotal.
  148   Cuando llegó el ermitaño    ya estaba para expirar.
     Esforzóse Valdovino,    comenzase a amonestar
  150   que dejando a que este mundo    de Dios se quiere acordar.
     Se apartó a un lado el marqués    porque se pueda confesar
  152   y fue tan grande su pena    que un gran desmayo le da.
     Confesóse Valdovino    a toda su voluntad;
  154   estando en su confesión    que ya iba a acabar,
     las angustias de la muerte    la comenzaron a aquejar,
  156   y del dolor que tenía    un gran suspiro fue a dar.
     Llamó a su tío el marqués    y comenzóle así a hablar:
  158   --Adiós, adiós, mi buen tío,    quedaos, con Dios quedad;
     que yo me voy de este mundo    para mi cuenta a Dios dar.
  160   Lo que os tengo encomendado    no lo queráis olvidar.--
     Al punto perdió el sentido    y no volvió más a hablar;
  162   recordó luego el marqués    y a él se fuera a llegar.
     Muchas veces le bendice    no dejando de llorar.
  164   Absolvió el ermitaño    y él acabó de expirar;
     el marqués, al verlo muerto,    casi sin sentido está;
  166   mas, al fin, como es discreto,    consejo quiere tomar
     del ermitaño, y le dice:    --Yo espero de tu piedad
  168   me digas en qué paraje,    en qué tierra, o en qué lugar
     nos hallamos, para ver    qué camino he de tomar.--
  170   E ermitaño responde    con una grande humildad:
     --Habéis de saber, señor,    que esa tierra sin poblar
  172   otro tiempo fue poblada;    despoblóse por gran mal,
     por batallas muy crueles    que hubo en la cristiandad.
  174   A ésta la llama Floresta    sin ventura y de pesar,
     porque nunca caballero    en ella aconteció entrar
  176   que no saliese con daño    o desastre singular.
     Hasta Mantua hay ocho millas,    ni población ni lugar,
  178   sino es una ermita    que dos millas de aquí está
     donde yo estoy retirado,    ved con qué os puedo ayudar,
  180   que por servir a Dios    lo haré yo de voluntad;
     y por vuestro acontecimiento    o por hacer caridad.--
  182   El marqués, que esto oyera,    le agradeció su bondad,
     diciéndole se quedara    para el cuerpo custodiar,
  184   mientras él y el escudero    van el caballo a buscar
     que allí cerca había dejado    en un prado apacentar.
  186   Por el camino se iban,    comenzóle a preguntar
     el marqués al escudero:    --Dime toda la verdad
  188   ¿qué venía tu señor    por estas tierras a buscar?,
     o ¿por qué causa lo han muerto?,    ¿o quién le vino a matar?--
  190   A lo cual, el escudero,    esta respuesta le da:
     --Por la fe que debo a Dios    lo que vi os quiero contar:
  192   estando mi amo en París    paseando en la ciudad,
     el príncipe don Carloto    mandó a mi señor a llamar;
  194   todo aquel día en secreto    le gastaron en hablar.
     Cuando la noche cerró    ambos se fueron a armar;
  196   cabalgaron en sus caballos    salieron de la ciudad
     armados de todas armas    con traza de pelear.
  198   Yo salí con Valdovino    y con Carloto otro tal.
     Ayer, cuando aquí llegamos    a este bosque de pesar,
  200   apartóme del camino,    junto a un bosque fue a parar;
     a todas partes miraba    si los vería regresar.
  202   Al cabo de un gran rato    caballos oí relinchar.
     Vi venir tres caballeros,    mi señor no vi tornar;
  204   venían tintos en sangre    que era muy mala señal.
     El uno era don Carloto,    los dos no pude notar;
  206   con el miedo que tenía    no me atreví a preguntar
     dónde queda Valdovino.    Yo le comencé a buscar.
  208   Encontré un rastro de sangre    de que me dio gran pesar
     y junto a la orilla de un río    vi el caballo sin montar;
  210   un poco más adentro    a Valdovino vi estar
     en el suelo, boca abajo,    casi a punto de expirar;
  212   todo cubierto de sangre    que apenas podía hablar.
     Levántele de la tierra    y comencéle a limpiar;
  214   por señas me mandó    confesor fuera a buscar.
     Esto es, noble señor,    lo que será de esta maldad.--
  216   Así acabó el escudero    su declaración fatal.
     En esto llegan al sitio    adonde el caballo está;
  218   lo toman y dan una vuelta    al ermitaño encontrar.
     Acuerdan tomar el cuerpo    y a la ermita caminar.
  220   Luego que hubieron llegado    van el cuerpo a desarmar;
     quince lanzadas tenía    que cada una era mortal.
  222   Cuando así lo vio el marqués    trastornóse de pesar;
     entró dentro de la camilla,    de rodillas se fue a hincar.
  224   Puso la mano en la espada    y así comenzó a jurar:
     --No me he de peinar las canas,    ni las barbas afeitar;
  226   no he de entrar en poblado,    ni de las armas uzar;
     ni comer pan en manteles,    ni en mesa me he de sentar
  228   hasta matar a Carloto,    por justicia pelear
     y morir en la demanda    manteniendo la verdad.
  230   Y si justicia me niega    sobre esta gran maldad,
     con mi estado y persona    iré a Francia a guerrear
  232   y, manteniendo la guerra    vencer en ella o acabar.
     Y por este juramento    prometo de no enterrar
  234   el cuerpo de Valdovino    hasta su muerte vengar.--
     Cuando esto hubo jurado    mostró no tener pesar;
  236   rogó luego al ermitaño    que le quisiere ayudar
     para llevar el cadáver    al más cercano lugar.
  238   El ermitaño lo guía    con afecto singular
     y antes que entrara la noche    a una avaide se va
  240   del orden de San Benito    que en una montaña está.
     En ella entró el marqués    y así acordó de dejar
  242   el cuerpo bajo cubierto    y hacerle embalzamar.
     Al ermitaño rogaba    dinero quiera tomar
  244   y, no quieriendo dinero    muy ricas joyas le dá;
     mas no tomó cosa alguna    y para la ermita va.
  246   Despidióse del marqués    y a Dios le fue a encomendar.
     Embajada que envió el marqués    de Mantua al emperador
  248   el noble conde de Birlos,    el duque Sansón leal.
     Llegados son a París    sin mucho tiempo tardar;
  250   los grandes que lo supieron    lo salieron a encontrar.
     Cuando entraron en París    vanse al palacio real,
  252   preguntan por Carlos Magno    porque le tienen de hablar.
     Cuando don Carlos lo supo    mandóles pronto a entrar,
  254   y estando delante de él    les preguntó sin tardar:
     --Decidme, nobles señores,    qué embajada os trae acá.--
  256   Respondieron cada uno,    presto la respuesta dan:
     --En Mantua habernos estado    para el marqués consolar;
  258   triste embajada traemos    señor, queredla escuchar.--
     Mandara salir todos fuera,    hacer luego despejar,
  260   no quede sino Oliveros    y ese paladín Roldan.
     Todos se salieron fuera    y comenzó el conde a hablar:
  262   --Oh muy alto emperador,    sagra y real majestad
                                       y de Francia natural
  264   pues vengo por mensajero    licencia queráisme dar
     para decir mi embajada    si no lo tenéis a mal.--
  266   Respondió el emperador    con semblante de mudar:
     --Decid, conde, qué queréis;    no tenéis qué recelar,
  268   que bien sé que el mensajero    licencia tiene de hablar.
     --La comisión que yo traigo    es justicia a demandar
  270   contra el infante Carloto    tu propio hijo carnal.
     Dicen que mató a traición    a Valdovino, el leal,
  272   hijo del buen rey de Dacia    con engaño y falzedad,
     rogándole que viniese    con él para aviajar
  274   y por casar con su esposa    dicen que le fue a matar.
     De este delito se quejan    hombres de grande lealtad
  276   que son parientes del muerto    y sienten la falzedad:
     el marqués Danés Urgel,    su maestro principal,
  278   por tío de Valdovino    de padre hermano carnal,
     y que, a más de ser pariente,    tiene muy grande pesar
  280   porque le halló herido    casi a punto de expirar
     en un monte muy espeso    distante de la ciudad.
  282   Él mismo le contó el caso,    a él se fue a encomendar;
     en sus brazos expiró,    lo cual no puede olvidar;
  284   y ese duque de Variera    con Regne el singular
     y aqueste rey africano,    tu vasallo natural,
  286   padre de la infanta Sevilla,    la que hizo bautizar
     por amor de Valdovino    con quien se quiso casar.
  288   Y otros muchos caballeros    también se van a quejar;
     los unos por parientes,    los otros, por amistad
  290   y, sobre todo, la reina    doña Herminia, sin bar.
     Tus naturales y extraños    me enviaron a suplicar
  292   que si tu hijo los mata    quién los ha de librar.
     Si no mantienes justicia    dejarán su país natal
  294   y se partirán de Francia    a otros reinos morar.
     El hecho es admirable    y terribe de contar
  296   y en tal caso, gran señor,    bien lo habéis de castigar.
     Acuérdate de Trajano    en la justicia guardar,
  298   que no dejó sin castigo    a su hijo natural;
     que aun perdonó la gente,    él no quiso perdonar.
  300   Si negáis, señor, justicia,    mucho te podrán culpar
     porque un caso como éste    no las dejarás pasar.
  302   Mirái bien, señor, en ello    y obras sin parcialidad.--
     Turbóse el emperador    que apenas podía hablar,
  304   la mano puesta en la barba    en pensativo ademán,
     y, como al cabo de un gran rato    esta respuesta les da:
  306   --Si lo que habéis dicho, conde,    es en todo la verdad,
     más quisiera que mi hijo    fuera el muerto sin dudar.
  308   El morir es una cosa    que a todos es natural;
     la memoria queda viva    del que muere sin fealdad;
  310   mas quien vive en deshonra    se debe tener pesar
     porque ése viviendo muere    olvidado de bondad.
  312   Decidle, conde, al marqués    y a cuantos con él están,
     que el pesar que de esto tengo    no le puedo demostrar;
  314   mas yo daré tal ejemplo    para esta muerte vengar
     que la pena del castigo    sobrepague la maldad,
  316   porque todos escarmienten    cuando lo oyeren nombrar
     y vengan a pedir justicia    que yo se la haré guardar,
  318   según costumbre de Francia    desde la antigu#edad.
     Siempre quiero declarar    en mi cuento la verdad;
  320   donde mi persona estuviere    la justicia será igual
     al pobre, como al rico,    extranjero o natural.
  322   Más quiero dejar en memoria    de grande seguridad
     que no dejar sin castigar    al que cometa maldad
  324   aunque sea mi hijo propio    que me haya de heredar.--
     Al momento el conde Dirlos    la mano le fue a besar
  326   aplaudiendo su justicia,    y así le fue a contestar:
     --Siempre, señor, confiamos    de vuestra infinita bondad,
  328   que por mantener justicia    tal respuesta ha habido de dar,
     mas porque el caso requiere    en su misma gravedad
  330   por ser causa de tu hijo    no debes tú de castigar.
     El marqués Danés Urgel    me envió a suplicar
  332   que no quiere ser presente    para haber de sentenciar;
     y nobles caballeros    que queda deliberar
  334   y los que tú señalares    para esto determinar.
     Sean caballeros nobles    de tu consejo imperial
  336   y que hagan juramento    de administrar verdad,
     y tu majestad provea    de señalar un lugar
  338   apartado de la corte    donde se. haya de juzgar
     para con ambas partes    hasta sentencia final.
  340   Y, pues el marqués trajo gente    por su persona guardar
     de aquél que mal le quisiere    si intentare incomodar:
  342   entre ellos hay Reinaldo    y el señor Monte Alvar
     porque no sabe el marqués    cómo le recibirán:
  344   no quiere venir sin gente    sin saber tu voluntad;
     mas viene a pedir justicia    y no para pelear,
  346   y así la espera tú asegures    y a cuantos con él vendrán.
     Mientras, el pleito durase    seguro le mandes a dar
  348   durante su permanencia    y después por regresar.
     De esta manera, señor,    él vendrá sin tardar
  350   que ya el país de Mantua    atravesan sin zesar
     y para pisar tus tierras    licencia le queráis dar
  352   con todos los bastimentos    que tengas nececidad,
     pagando lo que valiere    no le debes de negar.--
  354   Púsole al emperador    todo le fue así a otorgar:
     --El marqués venga seguro    y cuantos con él están
  356   vengan, si quiere, de guerra;    y si no, vengan de paz;
     y le juro por mi nombre    y por mi corona real
  358   y porque seguro vengan    este mi anillo tomar;
     la licencia que pide    soy contento de otorgar.
  360   Ordenadla a vuestro gusto,    que así la quiero firmar.--
     Sacó el anillo de un dedo    que tiene el sello imperial;
  362   el duque le tomó luego    la mano le fue a besar,
     y despidiéndose humilde    a sus posadas se va.
  364   Mucho pesó a don Carloto    que se supo su maldad
     y se fue al emperador    para su disculpa dar;
  366   mas nunca le quiso oir,    sino en el consejo real
     y la audiencia que le dio    fue mandarlo aprizionar
  368   hasta ser averiguada    por si contí la verdad.
     Mucho pesaba a los grandes    que gozaban su amistad,
  370   sobre todo le pesaba    a ese paladín Rondal.
     Todos buscaban manera    para poderle librar,
  372   mas nunca el emperador    a nadie quiso escuchar;
     cuando más por él rogaban    más lo hacía prisionar.
  374   Cada día al consejo    las leyes hacían mirar:
     sobre el crimen cometido    qué pena le han de aplicar.
  376   Estando en esto las cosas
     el marqués yendo a París    a vista de la ciudad
  378   pasar no quiere adelante    y mandó asentar a su real.
     Apostóle a Reinaldo    junto a un río de caudal
  380   donde mejor pareciera    en más seguro lugar.
     El pasó adelante    una milla y poco más,
  382   armaron luego una tienda    su bandera mandó a alzar.
     Cuando en París lo supieron    todos salieron a mirar
  384   al gran campo del marqués,    su concierto singular,
     la diversidad de gente    su arte y marcialidad.
  386   Muchos señores y grandes    al marqués iba a hablar
     para tratar de un convenio    o saber su voluntad.
  388   Sentados están en la tienda    con nobleza y gravedad,
     armados de toda armas    y descubierta la faz.
  390   Tiene el ataúd delante    para más dolor mostrar,
     la madre de Valdovino    y su esposa allí a la par.
  392   De aquella suerte y manera    que quedan expresadas ya,
     los que subían a la tienda    para el marqués visitar
  394   de que le ven pesaroso    y en aquella forma estar
     tenían de él compación    y le llegaban a hablar.
  396   Recibíalos muy bien    y los mandaba asentar,
     el caso, como pasó,    no cesaba de contar.
  398   Si por Carloto pedían    mostraba mucho pesar;
     rogaban con cortesía    le quisiere dispensar
  400   el no poder complacerlos    como era su voluntad,
     porque él se había quitado    sobre esto la libertad;
  402   el juramento que hizo    a todos hacía demostrar
     porque no tuviesen causa    de poderlo importunar.
  404   Los grandes que esto oían    no le quieren fatigar,
     querían sobre el caso    su gran dolor renovar.
  406   Volvíanse hasta París    con gran tristeza y pesar
     conociendo la razón    del marqués para vengar
  408   un tan grande desacierto    y hacerle bien castigar.
     Que el marqués llegado ha
  410   mandó llamar al consejero    de su palacio real
     y cuando estuvieron juntos    volvió otra vez a mandar
  412   entren los embajadores    para su dictamen dar.
     Levantóse el conde Dirlos    y comenzó a expresar,
  414   haciendo la acusación    con despejo y claridad.
     Cuando él hubo acabado    volvióse luego a sentar;
  416   todos se maravillaron    de oir tan grande maldad
     y por el emperador    sentían mucho pesar.
  418   Mirábanse unos a otros    sin nada determinar.
     Antes que hablazen algunos    el emperador fue a hablar:
  420   --Lo que aquí pide el marqués,    lo primero y principal
     es que yo nombre los jueces    para esto determinar;
  422   por ser caso de Carloto    presente no quiere estar,
     en decir todo lo mejor    y todo mi poder dar
  424   porque admite justicia    en su conciencia verdad
     y los jueces que yo nombre    hará justicia observar.
  426   Uno es Dardin de Cerdeña    que Alfín suelen llamar
     y de tus estados de Francia    el primero en el mandar,
  428   el otro, conde de Flandes    don Alberto el singular
     y uno de los dos estados    primero el consejo dar;
  430   otro, el duque de Burgoña,    primer estado en juzgar,
     riguroso y justiciero    y en mis reinos principal;
  432   otro, el duque don Carlos,    mi teniente general;
     otro, el duque de Borbón,    mi cuñado don Grimal;
  434   el otro, conde de Foix    y el anciano don Beltrán;
     y el otro es don Regner    llamado duque de Tousán;
  436   y el otro, don Gastón,    de Alemania principal;
     y el otro, duque de Beliana,    de Agramante natural,
  438   asistente de mi corte    para los pleitos juzgar;
     y el otro, duque de Saboya,    que aventuras fue a buscar
  440   y en muchas partes del mundo    trances ha visto pasar.
     Otro, el duque de Francia,    nombrada y rica ciudad,
  442   don Arnaldo, el gran bastardo,    que así le hacen titular;
     el otro, es don Guarismo    administrante del mar,
  444   de mis armadas flotas    sobre todas general;
     y nombrado por presidente    para en mi lugar estar
  446   a Reinaldo de Germania,    consejero singular.
     Para ello le doy mi cetro    y en mi poder enmandar,
  448   que todos juntos puedan    observar y sentenciar
     de lo que pide el marqués    cómo se le debe juzgar,
  450   y le doy la comición    con poder y facultad
     que la sentencia que dieren    la puedan ejecutar
  452   según costumbre de Francia    por su propia autoridad,
     dándole pena o castigo    a quien la hubieren de dar.
  454   A lo cual puedan hallarsen    y en mi nombre asegurar
     al marqués Danés Urgel    y a cuantos con él están
  456   como a mi persona misma    nadie le puede enojar.
     Así como aquí lo digo    a todos quiero mandar,
  458   so pena de ser traidor    quien lo osare quebrantar.
     Don Carlos, el buen duque,    regente y jefe de estado
  460   con el duque de Borbón    don Grimal emparentado
     y antiguo don Beltrado    y el conde Foix esforzado,
  462   y el conde don Ganaban    con el conde don Ribiano
     y el gran duque de Saboya    que aventuras ha buscado.--
    
(Sentencia que pronunció el consejero contra el principal don Carlota.)
  464   --En el nombre de Jesús    que todo el mundo ha desformado,
     nosotros Dardín Gerndeña    Delfín de Francia mandado,
  466   don Alberto y don Regnen    de tus estados nombrados,
     el noble conde de Flandes    consejero legado,
  468   con el duque de Borgoña    el primero en el juzgado,
     con don Carlos el buen duque    urgente y jefe de estado,
  470   con el duque de Borbón    don Frimal el Parientado,
     el antiguo don Beltrán    el conde Foix esforzado,
  472   y el conde don Ganelón    con el duque de Biliano
     y el gran duque de Saboya    que aventuras ha buscado,
  474   con el duque de Ferán    con Arnaldo el bastardo,
     y el almirante Guarismo    en las mares estimado,
  476   don Reinaldo de Germania    conde Dahle titulado
     en el lugar y mandar    del gran Emperador Carlos,
  478   todos juntos en el consejo    y acuerdo determinado;
     vista ya la acusación    que el marqués nos ha dado,
  480   vista también la demanda    que él mismo ha presentado,
     vista también las respuestas    que don Carlos ha enviado,
  482   y el proceso por entero    legalmente escarmentado,
     visto que tan gran traición    don Carlos ha ejecutado
  484   en matar a Valdavino    en un monte despoblado;
     según que claro parece    por la confesión que ha dado,
  486   don Carloto en la demanda    que el marqués ha presentado;
     visto que junto por junto    el delito ha confesado,
  488   y visto que nada observa    a que no sea juzgado
     en esta real audiencia,
  490   por esta nuestra sentencia    cada cual bien informado
     el hecho de la verdad    como lo han confezado,
  492   condenamos a Carloto    primero sea arrastrado
     por el campo y por la arena    por un caballo indomable.
  494   Después de lo cual queremos    que sea descabezado
     en un cadalzo erminente    donde sea bien mirado
  496   desde la misma ciudad    por donde sea llevado.
     Después de lo cual cumplido    que le acorten pies y manos;
  498   luego también queremos    que sea descuartizado
     y que se haga un edificio    en el cual se grave en mármol
  500   el caso de Valdainos    y cómo fue vengado.--
     Don Carloto temeroso,    aunque muy esforzado,
  502   se sorprendió al escuchar    lo que queda relatado.
     Esforzóse cuanto pudo    una pluma demandado;
  504   diéronle tinta y papel    y una carta ha ordenado;
     con un paje que allí estaba    a don Rondal la ha enviado;
  506   nadie sabe lo que envía    por escribirla apartado.
     Don Rondal leyó la carta    y todos se alteraron;
  508   es cierto que bien quisiera    dar remedio a lo rogado
     doloroso y compasivo    un poco entre sí pensando
  510   dudó se le puede hacer    lo que le fue suplicado.
     Así debe dar desvío    al escrito ya citado:
  512   un grande apuro y cuidado
     el amor dice que haga    el temor mira el mandato
  514   del muy alto emperador    que el marqués ha asegurado,
     mas al fin quiere la sangre    perder por él sus Estados.
  516   Celebrada la respuesta    que no esté atemorizado,
     que con parientes y amigos    saldrá al campo bien armado
  518   con deseo de perder la vida    o de remediarle.
     Sin que gran rato parece    quedó Carloto avisado
  520   de lo que Rondal ordena    y de ello se ha alegrado.
     Llegó a él contestación    y el papel le ha quitado.
  522   Por París se ha divulgado
     que don Rondal hace gente    y que ejército ha ajuntado.
  524   El emperador lo supo    y al marqués aviso ha dado,
     mandó poner a Carloto    mucho más apricionado.
  526   Pregonan por la ciudad    que ninguno sea osado
     bajo la pena de la vida    al que saliere armado.
  528   A Rondal envió a llamar    y decirle no sea osado
     de entrar dentro de París    con mil hombres a caballo
  530   y tres mil de infantería    sin retroceder el paso
     hasta tanto que Carloto    en medio sea tomado
  532   y en un calabozo, pues,    ha de ser ajusticiado.
     Otro día de mañana    todo así fue ejecutado:
  534   sacaron a don Carloto    con hierros aprisionados,
     dos pregoneros delante    su gran maldad publicando;
  536   al llegar junto a la puerta    don Reinaldo lo ha tomado
     en medio toda su gente,    dejándole bien cerrado.
  538   Cuando llegó en el lugar    donde estaba el cadalzo,
     delante todo París    fue culpable ejecutado
  540   según que por la sentencia    fue prometido y mandado.
     Así murió don Carloto    como alegoso y tirano,
  542   y Valdovino, viviendo    aunque murió muy honrado.
    
(Lamentos del Marqués de Mantua cuando encontró herido a su sobrino Valdovino en la Floresta y juramento que hizo de vengar a su muerte sobre el sobrino el inocente joven que tiene la Floresta vazía con la sangre de sus venas, sacada por la mano ingrata.)
     Está derramando aprisa    por los ojos fuentes de agua
  544   el afligido marqués,    el cabello y la barba blanca,
     puesto en tierra de rodillas,    mirando lástimas tantas
  546   del grave dolor que siente    quiere hablar y se desmaya;
     mas después, vuelto en sí,    flaquezas y fuerzas saca
  548   y con lastimosa voz    pronuncia estas palabras:
     --Ay, de mí, sobrino mío    qué triste muerte me alcanza,
  550   pues buscando pasatiempo    vine a encontrar las desgracias.
     Muerto por mano alevosa    os encontré en esas matas,
  552   aunque para información    ellas por testigo basta.
     Quisiera, sobrino amado,    que mi edad cansada y larga
  554   se trocara por la vuestra    y vuestro daño, en mis canas;
     que yo muriera contento    a troque de que os gozara
  556   vuestra esposa largo tiempo    aunque de este daño causa.
     No la pongo culpa yo    que bien sé que lealtá guardas,
  558   mas quien culpa alguna tiene    es su belleza extremada,
     amor y rabiosos celos    de ese principal de Francia.
  560   Poner fin a vuestros días    y dar principio a sus ansias
     Mal lo miran a Carloto    que esta sangre al cielo clama
  562   como la del justo Abel    pidiendo por su venganza,
     y así juro a la ley de nobles    de esta buena esperanza,
  564   poniendo a Dios por testigo    y la razón que ampara,
     no descalzarme las espuelas,    ni cortar cabello ni barba,
  566   ni comer pan en manteles,    ni dormir en cama alta,
     ni vestir camisa limpia,    ni desnudarme las armas,
  568   ni mostrar el rostro alegre,    ni desempuñar la lanza,
     ni enterrar el cuerpo triste    que ya contempla su alma
  570   ni entrar en poblado mientras    tenga vida quien la agravia.--
     Esto juró y lo cumplió    el noble marqués de Mantua,
  572   que donde razón ayuda    nunca la justicia falta.

Nota: -290b s. bar, sic.
Notas del editor: Copiado de manuscrito. El romance comenzó cantado por la comunicante, quien recordaba los primeros versos; luego lo siguió con el manuscrito copiado.
Correspondencia: IDEA (Instit. de Estudios Africanos, C.S.I.C.), 581.

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