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El conde Fernán González cabe la villa de Lara, |
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mientra la gente se junta sálese a buscar la caza. |
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Dentro en los robles del monte un puerco se levantara, |
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tras él arremete el conde, de los suyos se alejaba. |
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Como el puerco corre mucho el conde le va de zaga. |
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En la mayor espesura con una ermita topara; |
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cubierta estaba de yedra, de muy gran tiempo olvidada. |
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Por una pequeña puerta el puerco dentro se entraba. |
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No puede el conde seguirlo que el caballo le estorbaba; |
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era tan espeso el monte que apenas se meneaba. |
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Saltando el conde en el suelo metió la mano en la espada, |
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revolvió su manto al brazo dentro en la ermita se entraba; |
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mas el puerco se acoge cabe un altar que allí estaba. |
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No quiso el conde ferirlo, mas de hinoyos se fincaba. |
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Estando oración haciendo, un monje viejo asomaba |
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con un rosario en la mano, y una vestidura blanca; |
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la barba tiene crecida, pelada tiene la calva, |
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descalzos lleva los pies, y arrimado a una cayada. |
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Palabras que el conde dice pena le dan en el alma. |
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--Buen conde Fernán González el rey Almanzor te aguarda. |
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Déjate de montear, vete a darle la batalla, |
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que será muy bien ferida, mucha sangre derramada; |
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ciento trae para uno, ¡Dios sea, conde, en tu guarda! |
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Lo que en ella te viniere sonará por toda España. |
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Sólo te sabré decir que es mucha tu buena andanza: |
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una señal verás, conde, que te temblará la barba; |
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sabe que tus caballeros desmayarán en mirarla. |
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Dos veces has de ser preso; tu mujer llamarse ha Sancha; |
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vete, buen conde, a los tuyos que por ti lloran en Lara. |
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Si bien vinieron tus hechos, acuérdate desta casa.-- |
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El conde que al monje escucha, no le responde palabra; |
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mas despidiéndose d`él, a los suyos se tornaba. |
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Recíbenlo alegremente; mételos en ordenanza. |
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Ya llega el rey Almanzor para darle la batalla. |
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El conde cuenta su gente, muy poco número halla. |
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Poniéndola en un tropel, a los moros esperaba; |
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cuando un caballero suyo delante todos pasaba, |
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arremetiendo el caballo, en ristre pone la lanza; |
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corriendo va por el campo, ambas huestes le miraban. |
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La tierra se abrió con é1 y dentro de sí lo traga; |
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luego se tornó a juntar, como si nada pasara. |
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Desque esto el buen conde vido sus caballeros miraba; |
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todos los vio desmayados, el más fuerte flaco estaba. |
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El conde que los vio así, desta manera les habla: |
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--Caballeros castellanos, ¿cómo el corazón os falta |
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por un agüero como este? Vergüenza es ver que os desmaya; |
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pues la tierra no nos sufre, ¿quién nos sufrirá en batalla? |
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A ellos, amigos míos, ninguno no se os vaya.-- |
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Da de espuelas al caballo, entre los moros se lanza. |
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Tanto hizo con los suyos, que vencedores quedaban. |
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En el despojo del campo muchos tesoros hallaban. |
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Su parte dio el conde al monje por que una iglesia hagan, |
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la cual se hizo después, que fue Sant Pedro de Arlanza. |