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En Valladolid na rica, a la puerta de un señor, |
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vide estar una difunta que era más rubia que el sol: |
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gasta camisa de holanda y en su cuello un corazón; |
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en sus manos blancas tiene anillos de gran valor, |
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que se los trujo su padre de la feria del Salor. |
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Un traidor, de que la vido, de robarla l`intentó; |
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se ha ido para la iglesia y en un rincón se metió. |
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Ya van a enterrar la muerta, al toque de la oración; |
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abre el sacristán la iglesia y él adentro se guardó, |
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cierra el sacristán la puerta y él adentro se quedó. |
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A eso de la medianoche, una velita encendió; |
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se ha ido para el sepulcro y la losa levantó. |
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Le ha quitado los anillos y alhajas de gran valor. |
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Al quitarle la camisa, le dijo: --Tente, traidor, |
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no quieras llegar a ver lo que otro ninguno vio.-- |
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Perdón le pidió a la niña, y perdón por su pasión. |
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--No te perdono, alevoso, no te perdono, traidor, |
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si quieres que te perdone ha de ser con condición: |
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métete a fraile francisco y no ofendas más a Dios.-- |