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Vide a una dama y me queda dolor de no hablar con ella. |
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Viniendo yo de las Indias, queriendo saltar en tierra, |
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vi(de) asomada en la ventana una niña blanca y bella, |
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entrenzando sus cabellos con lindos lazos de seda. |
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Yo dije: "¡Si entre semana, qué será día de fiesta!" |
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Le pregunto a la vecina que al lado de ella viviera: |
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--¿Cómo se llama la niña que a la ventana se peina? |
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--Lucrecia, señor galán, Lucrecia dicen que era; |
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me lo dicen los vecinos, que yo no la conociera. |
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No se puede ver ni hablar una palabra con ella, |
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no se puede ver ni hablar, sólo el domingo en la iglesia.-- |
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Yo me fi pa mi barquillo a ponerme ropa nueva, |
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mis zapatillos puntiados, mis buenas medias de seda |
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y mi sombrerito corto al uso de aquella tierra. |
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Desde que la vi venir, dentro una media docena, |
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desde que la vi venir al punto la conociera. |
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Yo la brindé con pan blanco; dice que blanca era ella. |
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Yo la brindé con bizcocho; dice que no tenía muelas. |
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Yo la brindé con tabaco; --Yo no gusto de la especia, |
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que, si la especia gustara, la tría en mi faltriquera.-- |
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Yo la brindé con moneda, eso sí la convirtiera. |
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--Tenga estos sesenta reales para que apronte la cena; |
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¡cena de sesenta reales ya dos pueden cenar de ella! |
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--Mientras la cena se apronta, vamos a contar moneda.-- |
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Y al medio de contarla, sintió un golpe en la escalera. |
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--¡Ay, desgraciada de mí, desgraciada de Lucrecia, |
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que este es el hermano mío que tengo de mar afuera! |
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Mientras recibo a mi hermano, baje el galán la escalera; |
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mientras recibo a mi hermano, coja la puerta trasera.-- |
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Cuando lo encontró en la calle, le dice lo que quisiera, |
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cuando lo encontró en la calle, lo puso como la tierra: |
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--¡Ay, qué soldado de marcha, ay, qué soldado de guerra, |
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ay, qué hombre pa guardarme, si otro a matarme viniera! |
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--Soy hombre para una niña, soy hombre para una guerra, |
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soy hombre pa defenderme si otro a matarme viniera, |
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soy hombre pa defenderme aunque sea de una docena. |
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No siento perder bolsillo, no siento perder moneda, |
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porque vengo de la villa u no tengo falta de ella, |
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sino la esmeralda de oro que sobre la mesa queda, |
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que me dejó la mi madre cuando de este mundo fuera. |
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--No tenga pena, galán, no tenga por eso pena, |
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si en buenas manos estaba, en otras mejores queda. |
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¡Vaya el galán a guardar, vaya a guardar sus ovejas, |
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porque buenas zancas tiene para correr detrás de ellas! |