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Allá arría en el Carrizal, día de la Candelaria, |
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en un juego de turrón de palabras se trataron. |
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Juan Pérez, como era fuerte, y su fuerza le alcanzaba; |
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Juan Rubio sacó un puñal y le dio una puñalada. |
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Entre cuatro lo cogieron, a su casa lo llevaron; |
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allá al medio del camino con su madre se encontraron. |
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--¿Qué tienes, hijo Juan Pérez, qué tienes, hijo del alma? |
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¿quién te dio esa muerte triste quién te dio esa puñalada? |
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--Madre, un muchacho de Telde, que Juan Rubio le llamaban. |
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Madre, si lo ve en la calle, usted no le diga nada, |
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que yo he tenido la culpa que Juan Rubio me matara. |
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¡Adiós mi cabrita rucia, adiós mi cabra pijana, |
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adiós zurrón y gabeta donde yo las ordeñaba! |
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¡Adiós, mi hermana Mercedes, adiós, mi hermana del alma, |
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ya no tienes quién te lleve a la fiesta Candelaria! |
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Me entierra n`un campo verde, donde mi ganado asiste, |
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me dejan mi brazo fuera, con esta señal que dice: |
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El que pase por aquí sepa descansa Juan Pérez; |
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no murió por calentura, ni tampoco de cortal, |
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ni murió por una ingle en un sitio desgraciado, |
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que murió por fanfarrón, aquí en el Carrizal.-- |