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Suspira por Antequera el rey moro de Granada: |
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no suspira por la villa, que otra mejor le quedaba, |
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sino por una morica que dentro en la villa estaba; |
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blanca, rubia a maravilla, sobre todas agraciada: |
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deziseis años tenía en los dezisiete entraba; |
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crióla el rey de pequeña, más que a sus ojos la amaba, |
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y en verla en poder ajeno sin poder ser remediada, |
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suspiros da sin consuelo, que el alma se le arrancaba. |
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Con lágrimas de sus ojos Estas palabras hablaba: |
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--¡Ay Narcisa de mi vida! ¡Ay Narcisa de mi alma! |
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Enviéte yo mis cartas con el alcaide de Alhambra, |
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Con palabras amorosas salidas de mis entrañas, |
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Con mi corazón herido de una saeta dorada. |
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La respuesta que le diste: que escribir poco importaba. |
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Daría por tu rescate Almería la nombrada. |
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¿Para qué quiero yo bienes pues mi alma presa estaba? |
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Y cuando esto no bastare yo me saldré de Granada; |
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Yo me iré para Antequera donde estás presa, alindada, |
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Y serviré de captivo sólo por mirar tu cara. |