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Sale la estrella de Venus al tiempo que el sol se pone, |
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y la enemiga del día su negro manto descoge, |
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y con ella un fuerte moro semejante a Rodamonte, |
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sale de Sidonia airado, de Xerez la vega corre, |
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por donde entra Guadalete al mar de España, y por donde |
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Santamaría del Puerto recibe famoso nombre. |
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Desesperado camina, que siendo en linaje noble, |
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le dexa su dama ingrata, porque se suena que se pobre, |
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y aquella noche se casa con un moro feo y torpe, |
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porque es alcaide en Sevilla del alcáçar y la torre, |
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quexándose tiernamente de un agravio tan inorme, |
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y a sus palabras la vega con dulces ecos responde: |
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--Zayda, dice, más airada que el mar que las naves sorbe, |
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más dura e inexorable que las entrañas de un monte; |
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¿Cómo permites, cruel, después de tantos favores, |
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que de prendas de mi alma ajena mano se adorne? |
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¿Es posible que te abraces a las cortezas de un roble, |
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y dejes el árbol tuyo desnudo de fruta y flores? |
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¿Dexas tu amado Ganzul, dexas tres años de amores, |
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y das la mano al Albençayde, que aún apenas le conoces? |
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¿Dexas un pobre muy rico, y un rico muy pobre escoges, |
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pues las riquezas del cuerpo a las del alma antepones. |
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Alá permita, enemiga, que te aborrezca y le adores, |
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y que por zelos suspires, y por ausencia le llores, |
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y que de noche no duermas, y de día no reposes, |
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y en la cama le fastidies, y que en la mesa le enojes, |
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y en las fiestas, en las zambras, no se vista tus colores, |
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ni aun para verlas permita que a la ventana te asomes; |
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y menosprecie en las cañas, para que más te alborotes, |
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el almayzar que le labres, y la manga que le bordes |
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y se ponga el de su amiga con la cifra de su nombre, |
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a quien le dé los cautivos cuando de la guerra torne; |
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y en la batalla de christianos de velle muerto te asombres, |
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y plegue Alá que suceda cuando la mano le tomes, |
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que si le has de aborrecer, que largos años le goces, |
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que es la mayor maldición que pueden darle los hombres.-- |
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Con esto llegó a Xerez a la mitad de la noche; |
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halló el palacio cubierto de luminarias y voces, |
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y los moros fronterizos que por todas partes corren, |
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con sus hachas encendidas y con libreas conformes. |
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Delante del desposado en los estribos alçóse; |
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arrojóle una lançada, de parte a parte pasóle; |
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alborotóse la plaça, desnudó el moro un estoque, |
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y por mitad de la gente hacia Sidonia volvióse. |