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Allá en Granada la rica instrumentos oí tocar |
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en la calle de los Gomeles, a la puerta de Abidbar, |
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el cual es moro valiente y muy fuerte capitán. |
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Manda juntar muchos moros bien diestros en pelear, |
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porque en el campo de Lorca se determina de entrar; |
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con él salen tres alcaides, aquí los quiero nombrar. |
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Almoradí de Guadix, este es de saligre real; |
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Abenacízes el otro, y de Baza natural; |
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y de Vera es Alabez, de esfuerzo muy singular, |
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y en cualquier guerra su gente bien la sabe acaudillar. |
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Todos se juntan en Vera para ver lo que harán; |
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el campo de Cartagena acuerdan de saquear. |
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A Alabez, por ser valiente, lo hacen su general; |
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otros doce alcaides moros con ellos juntado se han, |
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que aquí no digo sus nombres por quitar prolijidad. |
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Ya se partian los moros, ya comienzan de marchar, |
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por la fuente de Pulpé, por ser secreto lugar, |
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y por el puerto los Peines, por orillas de la mar. |
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En campos de Cartagena con furor fueron a entrar; |
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cautivan muchos cristianos, que era cosa de espantar. |
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Todo lo corren los moros sin nada se les quedar; |
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el rincon de San Ginés y con ellos al Pinátar. |
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Cuando tuvieron gran presa hácia Vera vuelto se han, |
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y en llegando al Puntaron, consejo tomado han |
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si pasarían por Lorca, o si irían por la mar. |
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Alabez, como es valiente, por Lorca quería pasar, |
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por tenerla muy en poco y por hacerle pesar; |
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y así con toda su gente comenzáron de marchar. |
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Lorca y Murcia lo supieron; luego los van a buscar, |
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y el comendador de Aledo, que Lisón suelen llamar, |
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junto de los Alporchones allí los van a alcanzar. |
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Los moros iban pujantes, no dejaban de marchar; |
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cautivaron un cristiano caballero principal, |
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al cual llaman Quiñonero, que es de Lorca natural. |
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Alabez, que vio la gente, comienza de preguntar: |
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--Quiñonero, Quiñonero, dígasme tú la verdad, |
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pues eres buen caballero, no me la quieras negar: |
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¿qué pendones son aquellos que están en el olivar?-- |
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Quiñonero le responde, tal respuesta le fue a dar: |
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--Lorca y Murcia son, señor, Lorca y Murcia, que no mas, |
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y el comendador de Aledo, de valor muy singular, |
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que de la francesa sangre es su prosapia real. |
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Los caballos traían gordos, ganosos de pelear.-- |
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Allí respondió Alabez, lleno de rabia y pesar: |
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--Pues por gordos que los traigan, la Rambla no han de pasar, |
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y si ellos la Rambla pasan, ¡Alá, y qué mala señal!-- |
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Estando en estas razones allegara el mariscal |
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y el buen alcaide de Lorca, con esfuerzo muy sin par. |
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Aqueste alcaide es Faxardo, valeroso en pelear, |
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la gente traen valerosa, no quieren más aguardar. |
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A los primeros encuentros la Rambla pasado han, |
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y aunque los moros son muchos, allí lo pasan muy mal. |
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Mas el valiente Alabez hace gran plaza y lugar. |
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Tantos de cristianos matan, que es dolor de lo mirar. |
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Los cristianos son valientes, nada les pueden ganar; |
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tantos matan de los moros, que era cosa de espantar. |
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Por la sierra de Aguaderas huyendo sale Abidbar |
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con trescientos de a caballo, que no pudo más sacar. |
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Faxardo prendió a Alabez con esfuerzo singular. |
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Quitaronle la cabalgada, que en riqueza no hay su par. |
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Abidbar llegó a Granada, y el rey lo mandó matar. |