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Mañanitas de San Juan, mañanas claras, serenas, |
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cuando se van a bañar muchas damas y doncellas, |
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anda un moro por lugar que daba mucha moneda |
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a la que se qui(er)á vender a irse para su tierra. |
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Los padres de aquella niña cierto fue que la vendieran. |
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Y el moro se salió al campo por ver cuála dama era, |
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y las preguntó a las otras por doña Juana Vicenta. |
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Las otras se lo dijeron, como si tal cosa fuera: |
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--Sabrás como te han vendido tus padres para pagar (una) cierta deuda. |
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--Eso no lo creo yo, menos que de mi padre vea |
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una firma y una letra.-- |
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Echó mano a su bolsillo, sacó de su faldriquera |
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un papelillo bien chico y a la niña se lo entrega. |
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La niña, como es leída, desmayada cayó en tierra. |
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Ya la coge entre los brazos, n` el caballo la pusiera. |
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Siete leguas lleva andadas sin que la niña dé cuenta; |
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de las siete pa las ocho de esta manera dijera: |
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--Por Dios, por Dios, el buen moro, por Dios y la Madalena, |
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me dejes descansar al pie de aquella arboleda.-- |
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El moro iba rendido y al punto se adormeciera, |
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le metió el puñal po`l pecho y a la espalda le saliera. |
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Montó en caballo del moro y volvió para su tierra. |
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Mató a su padre, a su madre, a una hermana muy pequeña, |
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también mató a un hermano que siete años ya no llega. |
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Montó en caballo del moro y echó a la puerta fuera. |
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En el medio la ciudad arman una pelotera, |
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ella mató al alcalde y el alcalde la mató a ella. |
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Estando pues una tarde haciendo oración por ella |
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viera venir un nublado de rayos y de centellas. |
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Todos salieron del templo por ver qué cosa era aquella. |
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Reconociéndolo dice: --Soy la doña Juana Vicenta, |
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soy un alma condenada, no me consiente la tierra.-- |