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Un pobre de un labrador de Medina de Ríuseco, |
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tocóle a coger cabalas, más alcabalas de un ciento; |
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lo cogiera una noche n`esas ventas de Viveiro. |
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Preguntó si había casa, dijéranle: "Sí, por cierto"; |
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preguntó si había cena, dijera que era luego; |
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preguntó si había cama, dijéranle: "Sí, por cierto", |
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y llévanlo a acostar a un lercioso aposento; |
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péchanlo tras siete llaves por afuera y por adientro. |
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Debajo de la seu cama había un hombre muerto, |
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en una poza de sangre nadaba todo su cuerpo. |
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--Adiós, adiós, mi mujer, no sabes de mi suceso, |
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los pobres de los mis hijos son muchos y quedan huerfos. |
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Adiós, adiós, mi mujer, Dios quede por tu consuelo.-- |
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Dispiera la súa roupa y vistiera la del muerto, |
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y echara el muerto en la cama y él fuese en lugar del muerto. |
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Y vinieron los ladrones, el mal hombre del ventero. |
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Diéranle tres puñaladas, de la menor quedó muerto. |
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Inda le tientan el pulso, por ver si quedaba muerto; |
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mandan catar una luz para contar el dinero; |
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hubieron seiscientos reales, para cada uno ciento. |
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Estando en estas razones, bajara una voz del cielo: |
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--Abran puertas y ventanas por afuera y por adientro; |
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dieran parte a la justicia, alcaldes y regimientos. |
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La justicia, como es noble, a mandado vino luego. |
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Ahorcaran los ladrones y espedazan el ventero. |