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Pasan días y entran meses y el mozo en la casa estaba, |
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ella se fina por él y el galán sin saber nada. |
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Un día por la mañana por su escalera bajaba, |
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pisando ricas alfombras con sus delicadas plantas, |
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le echa las manos al cuello, le dice: --Amante del alma, |
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¿cómo tú has de ser tan duro, siendo yo de cera blanda? |
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--Quita pa allá, no lo entiendes, que eres muy linda y muchacha, |
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que el regalo que tú tienes es como la hermosa gala, |
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que se cría en esos montes con alta y abondancia de agua; |
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tú eres como el naranjero que a cualquier tiempo se avara, |
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que si se le cae la hoja el árbol no vale nada.-- |
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De que la señora vido que el galán no ablanda nada, |
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. . . . . . . . . . . . . . . . . . . por sus palacios entraba, |
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enmarañándose el pelo, rasguñándose la cara: |
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--Yo te he de mandar matar por un criado de casa. |
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--Y yo se lo digo a tu padre sin que se establezca nada.-- |
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Al cabo de varios días pa` la iglesia los llevaban |
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y de allí viene casado el criado con el ama. |