Pan-Hispanic Ballad Project

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5007:1 Doña Josefa Ramírez (é-a)            (ficha no.: 8349)

Versión de Sisterna (parr. Santa María de Sisterna, ay. Ibias, p.j. Cangas del Narcea, ant. Cangas de Tineo, Asturias, España).   Recitada por Belarmina Sal González (95a en 2003). Recogida por Roberto Gavela Sal, 00/08/2003 (Colec.: Gavela Sal). Publicada en Petersen-Web 2006, Texto © R. Gavela Sal. Reproducida con permiso del recolector. Reeditada en Petersen-Web 2000-2007, Texto.  382 hemist.  Música registrada.

     A la que es madre del Verbo    María y Señora nuestra
  2   la pido humilde y postrado    diga si con lo que pueda
     referir a mi auditorio    la más infausta tragedia,
  4   el infortunado caso    que sucedió a una doncella.
     Prestadme atención os ruego    en la ciudad de Valencia
  6   nació de muy nobles padres    la diosa doña Josefa
     con muy buenos documentos    aquella diosa Minerva
  8   apenas cumplió esta niña    dieciocho primaveras,
     muchos galanes la rondan,    siempre los tiene a la puerta.
  10   Entre tanto pretendiente    la adoraba muy de veras
     un principal caballero    don Pedro de Valenzuela
  12   Al fin le escribe un membrete    con muy rendidas ofertas
     la dio parte de su amor.    La dama, como discreta,
  14   con otro le corresponde    a su pretensión atenta,
     diciendo: "Señor don Pedro,    yo estimo vuestra fineza
  16   mas hallo imposible, señor,    el que mis padres consientan
                                       que soy la única heredera
  18   que yo con usted me case;    más esta noche a la reja
     de mi jardín os aguardo    al pie de las diez y media."
  20   Cuando llegada la hora    pronto se puso a la reja
     hizo seña y descendió    aquella diosa Minerva,
  22   aquella estrella de Venus    tan bizarra como atenta.
     Saludáronse corteses    y entre los dos dispusieron
  24   que una noche la sacase    cuando en esta diferencia
     le acometen dos traidores    a don Pedro con violencia.
  26   Dos estocadas le dieron    por las espaldas tan recias
     él, como un león herido,    sacó la espada y con ella
  28   a los dos acometió,    pero poco le aprovecha.
     Ellos escapan dejando    al triste joven por tierra
  30   diciendo: --Difunto soy,    perdona, mi amada prenda.
     A esta voz que dio, la dama    cayó amortecida en tierra.
  32   Volviendo en si del desmayo    diciendo de esta manera:
     --¿Qué he de hacer, triste de mí,    o fortuna tan adversa,
  34   ya no tendré yo sosiego    hasta que de cierto sepa
     quiénes son los alevosos    que con tan gran inclemencia
  36   a don Pedro dieron muerte.    Toda en lágrimas deshecha
     se retiró a su aposento    como una leona fiera;
  38   se despojó de su ropa,    tomando capa y montera,
     un rico coleto de ante,    calzón de la misma pieza.
  40   Luego partió a un contador    y sacó de una gaveta
     hasta doscientos doblones    y se ausentó de Valencia
  42   y va a la casa de juego    donde todo se conversa.
     Jugando estaba una noche    y otros señores con ella
  44   sin saber con quien hablaban    del caso le dieron cuenta
     Dicen que don Leonardo    y don Gaspar de Contreras
  46   salieron con gran sigilo    de la ciudad de Valencia.
     --Quizá irán a algún pleito    de algunas de sus haciendas
  48   --No es mal pleito el que les pasa,    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
     son los que dieron muerte    a don Pedro Valenzuela.--
  50   Disimulando su enojo    respondió con gran reserva
     --Mucha fuerza se me hace,    ni me es posible que crea
  52   que esos nobles caballeros    hicieran acción como esa
                                       Mas ella con gran cautela
  54   respondió: --¡Dios les asista!    ¿donde el viaje que llevan?--
     Ellos mismos le informaron    que iban a Cartagena.
  56   Salió del juego diciendo:    --Buena suerte estando en esta;
     ya tendrán de mi noticias    si se me logra la idea.--
  58   Llegó a Cartagena una tarde    a eso de las seis y media;
     en un mesón se apeó    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
  60   y a la patrona le ha dicho    que previniera la cena
     y que la aviara la cama    en habitación que tenga
  62   ventanas para la calle,    sin darle a entender su idea.
     Apenas anocheció    pronto se puso a la reja
  64   y oyó decir a unos hombres    aquestas palabras mesmas:
     --Para mañana a la noche    tendremos acción muy buena
  66   en casa de Juan Mansilla    porque en su casa se hospedan
     dos famosos caballeros    naturales de Valencia
  68   y quieren regocijarnos,    mas no quiere que se sepa
     porque en Valencia mataron    un hombre de grandes prendas.
  70   --Tente, hombre, no prosigas,    calla tu imprudente lengua,
     que no sabes quién te escucha    porque si bien lo supieras
  72   no dieras cuenta conmigo    ¡oh! cuanto más te valiera
     muchas veces el callar.    El que no habla no yerra.--
  74   Apenas amaneció    hizo algunas diligencias
     por ver si los descubría    y en la calle los encuentra.
  76   Desque los tuvo presentes    les dijo de esta manera:
     --Me conocéis, caballeros,    sabed que soy doña Josefa
  78   aquella a quien agraviasteis    en la ciudad de Valencia.
     Vengo a tomar la demanda    por don Pedro Valenzuela
  80   que habiendo muerto mi amante,    poco importa que yo muera.--
     Sacan los tres las espadas    y a la batalla se aprestan.
  82   Al valiente don Leonardo    alcanzó doña Josefa
     que cayó . . . . . . . . .    dando su cuerpo por tierra.
  84   Esto que vio don Gaspar    cerró con doña Josefa,
     mas poco le aprovechó,    pues ella con gran destreza
  86   le pasó por un costado    y a los dos difuntos deja.
     Se alborotó la ciudad    y acudió con gran presteza
  88   el señor gobernador    para llevársela presa.
     Mas ella arrogante dijo:    --Sepa su excelencia
  90   que mi espada no teme    aunque un ejercito venga.--
     Empezó a chocar con ellos    una toma y otro deja;
  92   tres alguaciles mató;    en medio de esta refriega
     se le ha quebrado la espada,    echa mano con presteza
  94   al trabuco que traía    y a barrer la calle empieza.
     Donde llega a refugiarse    dentro de la misma iglesia
  96   del Santísimo Francisco    donde a curarse se queda
     dos heridas que llevaba    muy mal herida la pierna.
  98   Ya buena de su accidente    pidió a los padres licencia
     pa` salirse del convento    y mandó que le trajeran
  100   el caballo que tenía    en un mesón de allí cerca.
     Un mandado se lo trajo    y agradeció la fineza.
  102   Doña Josefa Ramírez    caminado para el reino
     de Cataluña una tarde    al encuentro le salieron
  104   cinco bandidos de Marsella    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
     Se desmonta del caballo    de esta suerte diciendo:
  106                                     --Presto ¡quitarse de en medio!
     o le quitaré la vida    al que sea desatento.--
  108   Esto dijo y disparó    dio en tierra los tres primeros;
     los otros dos se escaparon    por que la tuvieron miedo.
  110   Ella arrogante los sigue    y ellos de merced pidieron
     que los dejase con vida,    mas ella, la mano en el pecho
  112   dijo: --Para estar segura    quitaré a estos dos de en medio.--
     Monta después a caballo    como quien nada había hecho.
  114   Llegó a Barcelona una tarde    en donde supo de cierto
     que ya la andaban buscando    sus padres con gran esmero.
  116   Al instante determina    vender su caballo y luego
     embarcarse para Roma    sin reparar en los medios.
  118   Se embarcó al fin en las olas    del salado mar soberbio
     y fue su suerte tan mala    que a los tres días se vieron
  120   de corsarios argelinos    infelices prisioneros.
                                       y a pregones los vendieron.
  122   La compró a doña Josefa
     un renegado muy rico,    hombre de mucho respeto.
  124   Preguntóla de continuo    por su nombre y al momento
     respondió: --Pedro me llamo,    señor, al servicio vuestro.--
  126   Viendo su disposición    le entregó todo el manejo
     de su casa . . . . . . . . .    mando su amo a los negros.
  128   Se pusieron por la obra,    lo aprendió en poco tiempo.
     En este tiempo la mora,    mujer de su amo mesmo,
  130   a don Pedro regalaba    y hacía buenos cortejos.
     Un día que salió su amo    a cazar con sus monteros
  132   le llamó y le dijo a solas    --Cristiano, yo por ti muero;
     yo no duermo ni descanso,    en mí no cabe sosiego
  134   que si merezco la dicha    de que premies mis afectos
     te prometo que serás    dichoso en aqueste pueblo.
  136   Por no descubrir su sexo    con muy buenos sentimientos
     Don Pedro la desanima:
  138   --Mirad que soy vuestro esclavo    y que si no tengo hierros
     es merced que mi amo me hace    mi amo, por ser tan bueno,
  140   así quitaros, señora,    y no toquéis mas en eso.--
     Viendo la mora el desaire    que el cristiano le había hecho
  142   juró por el gran Mahoma    que ha de vengar su desprecio.
     Apenas llegó su marido    le echó los brazos al cuello
  144                           diciendo : --Poned remedio
     en vuestra casa, señor,    porque el mayordomo vuestro
  146   quiso, atrevido, ofenderos:    atrevido y muy soberbio
     a mi aposento se arroja,    trajo consigo este acero
  148   que quería lograr su afrenta.--    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
     Y yo como una leona    me levanté de los lechos,
  150   se lo quité de la mano,    podéis verlo, aquí lo tengo.--
     Entonces el renegado    mandó prender a don Pedro
  152   que tenía le prendiesen    en una oscura mazmorra
     y que no le dieran agua    ni tampoco el alimento
  154   y que allí se moriría    pagando su atrevimiento.--
     Mora piadosa había    que al descuido de su amo
  156   llevaba a don Pedro el agua    y también el alimento
                                       con cariñosos afectos.
  158   Al cabo de quince días    por ver si se había muerto
     visitóle el renegado    y encontró vivo a don Pedro.
  160   Amarróle en el corcel    para azotarle soberbio;
     al tiempo de descargar
  162   le dijo: --Señor teneros    que es falsa la acusación
     por la que estoy padeciendo;    yo soy mujer, no soy hombre.--
  164   De la prisión la sacó    dándole abrazos muy tiernos.
     Le decía: Cristiana, amiga,    por mi profeta te ruego
  166   que me reveles la causa    origen de aqueste enredo.--
     Fue ella y le describió    todos sus tristes sucesos.
  168   Encendieron una hoguera    poniendo en tina de aceite
     hasta que estuvo hirviendo.    Mandó traer a la mora
  170   se lo echan por el cuerpo,    pagando su atrevimiento.
     Al cabo de quince días    el renegado mandó
  172   llamar a doña Josefa    y acudió luego al momento
     diciendo doña Josefa    --La voluntad que os tengo.
  174   --Partiremos para roma    a ser de mi culpa absuelto
     tú te pasarás a España,    que prevenidos ya tengo
  176   dos mil doblones de oro    que entre los dos partiremos.--
     Se embarcaron en la olas    del salado mar soberbio.
  178   El moro sigue su camino    . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
     Llegó a ver a su santidad    y pasó a gozar del reino.
  180   En Barcelona don Pedro    un caballo se compró
     que a los vientos semejaba    de veloz y de ligero.
  182   Llegó a Valencia y en ella    entró con mucho secreto
     y preguntó por sus padres    y supo que estaban buenos.
  184   Una tarde determina    de ir disfrazada a verles.
     Llamó a la puerta y entonces    a abrirla salió un buen viejo
  186   Ella cortés le pregunta    quintándose el sombrero
     --¿Vive aquí el señor don Juan    Ramírez y Marmolejo?
  188   --Sí señor--, le contestó    y pasó al instante a verlo.
     Le sentaron a la sala,    le dice al señor: --Por cierto,
  190   ¿Sabréis, señor, que vuestra hija    hoy se halla en este pueblo?
     Tres años y medio ha estado    metida en un cautiverio
  192                                     y al cabo de este tiempo
     le han dado la libertad    y gran suma de dinero.
  194   --¡Hija de mi corazón!    ¡Oh!, si permitiera el cielo
     que yo te viera en mi casa,    cesarían ya mis desvelos,
  196   dieran ya fin a mis penas,    mis congojas fueran menos.
     La madre, por otro lado    hacía sus sentimientos.
  198   Al instante se levanta    y arrodillada en el suelo
     --Cese ya vuestro llanto,    que a vuestra hija estáis viendo.--
  200   Ahora, padre y señor,    perdonarme ya mis yerros;
     yo lo que pretendo es    meterme en un monasterio.--
  202   Lo pusieron por la obra    adonde entró dando ejemplo
     aquella bella doncella
  204   que pasó por muchos riesgos    por defender a su dueño.

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5007:2 Doña Josefa Ramírez (é-a+é-o)            (ficha no.: 8848)

Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Arcadio de Larrea Palacín, entre 1950-1952 (Archivo: AMP; Colec.: Larrea Palacín). Publicada en Larrea Palacín 1952b, II, pp. 192-195 [T. 223]. Música, M234, p. 192.  154 hemist.  Música registrada.

     A la que es Madre del Verbo,    María, Señora Nuestra,
  2   le pido, humilde postrado    me dé gracias para que pueda
     referir a mi auditorio    la más infausta tragedia,
  4   el infortunado caso    que le sucedió a una doncella.
     Atención, que ya comienzo:    En la ciudad de Valencia
  6   se crió de muy nobles padres    la hermosa doña Josefa,
     con muy buenos documentos,    naturales de Valencia,
  8   que apalos le tuvo envidia,    por lo sabia y lo discreta,
     Venus se quedó afrentada    sólo al mirar su belleza.
  10   Apenas cumplió esta niña    dieciocho primaveras
     muchos señores la rondan    sus ventanas y sus puertas,
  12   y entre tantos pretendientes    la adoraba muy de veras
     un principal caballero,    Don Pedro de Valenzuela.
  14   Este la escribió un billete    con muy rendidas ofertas
     de su amor dándola parte,    y ella al punto le contesta:
  16   "Bien sabéis, señor don Pedro,    yo estimo vuestra fineza;
     bien sabéis que en mi casa    yo soy la única heredera
  18   y veo imposible, señor,    de que mis padres consientan
     que yo con usted me case;    mas esta noche en mi reja
  20   en el jardín os aguardo    a eso de las once y media.
     Dios os guarde, caballero,    quien vos estima y venera,
  22   doña Josefa Ramírez,    una humilde esclava vuestra."
     Con esto cerró el billete    y a un paje, con diligencia,
  24   se lo puso en propia mano    y él, tomándolo, lo besa.
     Rompió la nema y leyó    lo que ya expresado queda
  26   esperando que la noche    tendiese el manto de estrellas,
     llegó la hora citada,    fue y se puso en la reja
  28   hizo una seña y salió    tan bizarra y tan discreta;
     pero tuvo la desgracia    que una noche como ésa
  30   le acometen dos traidores    a don Pedro con violencia.
     Dos estocadas le dieron    en las espaldas, tan recias,
  32   que las heridas crueles    hasta el pecho le penetran,
     y, como un león herido,    sacó su espada, y con ella
  34   a los dos acometió    pero nada le aprovecha,
     que se escaparon huyendo    y el pobre joven dio en tierra
  36   diciendo: --Difunto soy,    perdóname, amada prenda.--
     A esta voz que oyó la dama    cayó amortecida en tierra
  38   y, al volver de su letargo,    decía de esta manera:
     --Oy, cielo, ¿qué me sucede?    mi Dios, ¿qué desgracia es ésta?
  40   ¿dónde encontraré yo alivio    a tanto tropel de penas? --
     Se retira a su aposento    tomando capa y montera,
  42   y un rico coleto de ante,    calzón y media de seda,
     y un trabuco dependiente    de su cintura lo lleva,
  44   y fué a un contador    y sacó de una gaveta
     hasta doscientos doblones    y se ausentó de Valencia.
  46   Entró en una sala de juego    donde todo se conversa;
     jugando estaba una noche    y otros señores con ella,
  48   si saber con quién hablaban,    del caso la dieron cuenta.
     --Dicen que don Leonardo    y don Gaspar de Contreras
  50   salieron aconsejados    de la ciudad de Valencia;
     será por algunos pleitos    o haciendas de sus quimeras.
  52   --No es mal pleito el que le siga--,    dieron ellos por respuesta;
     --fueron los que dieron muerte    a don Pedro de Valenzuela.--
  54   Muy satisfecha del caso    se quedó doña Josefa;
     fue a una mesonería    y dijo a la mesonera
  56   que le prevenga la cena    y le haga la cama
     en una sala que tenga    las ventanas a la calle,
  58   sin darle a entender su idea.
     Apenas anocheció    fue y se puso en la reja;
  60   pasaron dos caballeros    hablando de esta manera:
     --En casa de don Juan Mesías    hoy tengo una función muy buena;
  62   se hospedan dos famosos    caballeros, naturales de Valencia,
     los quieren regocijar,    mas no quieren que se sepa;
  64   fueron los que dieron muerte    a don Pedro Valenzuela.
     --Oh, calla, mi buen amigo,    recoge tu frágil lengua;
  66   oh, no sabes quién te escucha,    que más vale el callar
     que el que no habló no lleva.--
  68   Muy satisfecha del caso    se quedó doña Josefa;
     a la mañana siguiente    salió y dio una vuelta.
  70   Paseó, nada reparó    y hacia el mesón dio la vuelta;
     en la mañana siguiente    en la plaza los encuentra:
  72   --¿Me conocéis, caballero?    ¿Sabéis soy doña Josefa,
     aquélla a quien arrabiasteis    en la ciudad de Valencia,
  74   que, habiendo muerto mi amante,    poco importa que yo muera?--
     Sacan los tres las espadas    y a la batalla se aprestan;
  76   entre idas y venidas    alcanzó doña Josefa
     que al valiente don Leonardo    una estocada, y con ella,
  78   que las heridas crueles    hasta el pecho le penetran.

Título original: La valerosa cautiva.
Correspondencia: IDEA (Instit. de Estudios Africanos, C.S.I.C.), 503.

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5007:3 Doña Josefa Ramírez (é-a+é-o)            (ficha no.: 8849)

Versión de Tetuán (Marruecos).   Recogida por Arcadio de Larrea Palacín, entre 1950-1952 (Archivo: AMP; Colec.: Larrea Palacín). Publicada en Larrea Palacín 1952b, II, pp. 195-208 [T. 224].  621 hemist.  Música registrada.

     A la que es Madre del Verbo,    María, Señora nuestra,
  2   la pido humilde y postrado    me dé gracias con que pueda
     referir a mi auditorio    la más infausta tragedia,
  4   y el infortunado caso    que sucedió a una doncella.
     Prestadme atención, os ruego:    En la ciudad de Valencia
  6   nació de muy nobles padres    la hermosa doña Josefa.
     Con nobles procedimientos    crióse aquesta Minerva;
  8   Apolo le tuvo envidia    por lo sabia y lo discreta,
     Venus quedó afrontada    sólo por ver su belleza.
  10   Apenas cumplió esta niña    dieciocho primaveras
     muchos galanes la rondan    sus celosías y rejas
  12   y, entre tantos pretendientes,    la adoraba muy de veras
     un principal caballero,    don Pedro de Venezuela.
  14   Este le escribió un billete,    con muy rendidas ofertas
     la dio parte de su amor.    La dama, muy contenta,
  16   con otro le corresponde,    a su pretensión atenta,
     diciendo: "Señor don Pedro    yo estimo vuestra fineza;
  18   ya sabéis cómo en mi casa    soy la única heredera
     y es imposible    de que mis padres consientan
  20   que yo con usted me case;    mas esta noche en la reja
     de mi jardín os aguardo    a eso de las diez y media.
  22   Dios os guarde, caballero.    Quien os estima y venera,
     doña Josefa Ramírez,    como humilde y esclava vuestra."
  24   Con esto cerró el billete    y un paje con diligencia
     le mandó que lo llevase,    el cual fue con gran presteza
  26   y a don Pedro se lo dio    y en propia mano lo besa.
     Rompió la nema y leyó    lo que referido queda,
  28   deseando que la noche    tendiese el manto de estrellas.
     Llegó la citada hora,    pronto se halló en las rejas,
  30   hizo una seña, salió,    aquesta diosa y Minerva,
     aquella estrella de Venus    tan bizarra como atenta;
  32   se saludaron corteses    y entablaron conferencia
     dándose prueba de amor,    cuando en estas diferencias
  34   le acometen dos malvados    a don Pedro con violencia.
     Dos estocadas le dieron    por la su espalda, tan recia
  36   fue las heridas crueles    que hasta el pecho le penetran,
     y, como un león herido,    sacó la espada y con ella
  38   a los dos acometió;    pero poco le aprovecha
     porque se fueron huyendo,    y el triste joven dio en tierra
  40   diciendo: --Difunto soy:    perdóname, amada prenda.--
     Esta voz que oyó la dama    cayó amortecida en tierra.
  42   Volviendo en sí del letargo,    decía de esta manera:
     --¿Qué es esto que me sucedió?    Cielos, ¿qué desgracia es esta?
  44   ¿Qué he de hacer? Ay, triste de mí.    Oh, fortuna tan adversa!
     ¿Adonde hallaré mi alivio    en tanto tropel de penas?
  46   Ya no tendré yo sosiego    hasta que de cierto sepa
     quiénes fueron los alevosos    que con tanta clemencia
  48   a don Pedro dieron muerte.--    Toda en lágrimas deshecha
     jura que se ha de vengar,    a pesar de las estrellas.
  50   Se retiró a su aposento    como una leona fiera,
     se despoja de su ropa,    tomando capa y montera
  52   y un rico coleto de ante,    calzón de la misma pieza,
     zapatos a lo moruno    y rica media de seda;
  54   una charpa con dos pistolas    también su espada y rodela,
     y un trabuco, que pendiente    de su cintura lo lleva.
  56   Luego partió al contador    y sacó de su gaveta
     hasta doscientos doblones    y se ausentó de Valencia.
  58   Entre unos montes se oculta    y de noche daba vueltas,
     iba a la casa de juego    donde todo se conversa.
  60   Jugando estaba una noche    otros señores con ella,
     sin saber con quién hablaban    del caso le dieron cuenta.
  62   --Dicen que don Leonardo    y don Gaspar de Contreras
     salieron con gran sigilo    de la ciudad de Valencia.
  64   Doña Josefa responde:    --Pues, ¿qué cosa les molesta
     a esos nobles caballeros    para salir de su tierra?
  66   Quizás irían a algún pleito    referente a sus haciendas;
     el que tiene mayorazgo    nunca le faltan quimeras.
  68   --No es mal pleito el que los pasa,--    ellos dieron por respuesta,
     --pues son los que dieron muerte    a don Pedro de Venezuela.--
  70   Disimulando su enojo    respondió con gran reserva:
     --Mucha fuerza se me hace,    ni me es posible que crea
  72   que estos nobles caballeros    hagan acción como ésa;
     pues será gran villanía    y les asiste en sus venas
  74   sangre noble, y eso basta    saber que hay quien les defienda,
     y eso no se puede hablar    sin saberlo por muy cierto.
  76   --Sabed que es mucha verdad    lo que os digo, y, si no fuera,
     nada me importa el decirlo.    Mas ella con gran cautela
  78   respondió: --Dios les asista    ¿a dónde el viaje los lleva?--
     Y ellos mismos la informaron    que iban a Cartagena.
  80   Salió de juego diciendo:    --Buena suerte ha sido ésta,
     ya tendrá mi pena alivio    si se me logra la idea.--
  82   Y montando en el caballo    que a la fera puso rienda
     a Cartagena marchaba    con muy pronta diligencia.
  84   Llegó por fin una tarde    a eso de las dos y media
     y en un mesón se apeó    y dijo a la mesonera:
  86   --Cúideme de este caballo,    que presto daré la vuelta.--
     Y sin desarmarse fue    a la playa, por si encuentra
  88   algunos de sus paisanos    que tanto ver los desea.
     No los pudo descubrir.    Hacia el mesón da la vuelta,
  90   y a la patrona le dijo    que previniese la cena
     y que le hiciese la cama    en una sala que tenga
  92   las ventanas a la calle,    sin darla a entender su idea.
     Apenas anocheció    pronto se puso a la reja
  94   de la ventana, escuchando,    cuanto en la calle conversan.
     Oyó decir a unos hombres    así estas palabras mismas:
  96   --Que mañana por la noche    tenemos función muy buena
     en casa de don Juan Mansilla    porque en su casa se hospedan
  98   dos famosos caballeros    naturales de Valencia;
     los quiere lisonjar,    mas no quiere que se sepa
  100   pues son los que dieron muerte    a don Pedro de Venezuela.
     --Detente, hombre, no prosigas,    calla tu imprudente lengua,
  102   que no sabes quién te escucha,    porque si bien lo supieras
     no dieras cuenta a tu amigo.    Oh, cuánto más no valiera
  104   muchas veces el callar,    que el que no habla, no yerra;
     Séneca muy bien lo explica    en una de sus sentencias.--
  106   Muy satisfecha del caso    se quedó doña Josefa.
     Apenas amaneció    hizo varias diligencias
  108   por descubrirlos, y, al fin,    en la plaza los encuentra.
     Cuando los tuvo presente    los dice de esta manera:
  110   --¿Me conocéis, caballeros?    Sabed soy doña Josefa,
     aquélla a quien agraviaisteis    en la ciudad de Valencia.
  112   Vengo a tomar venganza    por don Pedro Venezuela,
     que habiendo muerto mi amado    poco importa que yo muera.--
  114   Sacan los tres las espadas    y a la batalla se aprestan,
     y a dos idas y venidas    le alcanzó doña Josefa
  116   al valiente don Leonardo    una estocada tan recia,
     que le pasó por el pecho    dando con su cuerpo en tierra.
  118   Esto que vio don Gaspar    se cerredó doña Josefa;
     mas poco le aprovechó    porque ella con gran destreza
  120   le quitó de su cintura    un almazón y con ella
     a los dos difuntos deja.
  122   Se alborotó la ciudad    y acudió con gran presteza
     el señor gobernador    para llevarla presa.
  124   Mas ella con arrogancia, dijo:    --Sepa su excelencia
     que mi espada a nadie teme    aunque un ejército venga.--
  126   Esto dijo y acometió,    a uno pierde, a otro deja:
     tres ministros mató    en medio de esta refriega.
  128   Se le ha quebrado la espada,    echó mano con presteza
     al trabuco que traía    y a barrer la calle empieza.
  130   ¿Dónde vino a refugiarse?    Dentro de la misma iglesia
     del seráfico Francisco    donde a curarse se queda
  132   dos balazos que llevaba,    muy mal herida una pierna.
     Buena ya de este incidente    pidió a los padres licencia
  134   para salir del convento,    y mandó que la trajeran
     el caballo que tenía    en un mesón de allí cerca.
  136   Fue un monago y se lo trajo    y agradeció la fineza.
     Sin ser de nadie sentida    se salió de Cartagena
  138   y ahora, Pedro de Fuentes,    aquesta plana primera
     a fin y en otras segundas    dará noticias enteras
  140   y en lo que vino a parar    la hermosa doña Josefa.
    
(Segunda parte)
     Ya dije cómo salió,    amparada del silencio,
  142   de Cartagena una noche,    llena de mil pensamientos,
     doña Josefa Ramírez,    que marchaba para el reino
  144   de Cataluña. Una tarde    al encuentro le salieron
     siete bandidos, mas ella    los reconoció al momento;
  146   del caballo se desmonta    de esta manera diciendo:
     --Apártense del camino;    presto, quitarse, de en medio
  148   o los quitaré la vida    al que fuese desatento.--
     Esto dijo y disparó    con tan bellísimo acierto
  150   el trabuco, que se lleva    de un tiro los tres primeros,
     Se apartó a un lado el marqués    porque se pueda confesar
  152   y fue tan grande su pena    que un gran desmayo le da.
     Confesóse Valdovino    a toda su voluntad;
  154   estando en su confesión    que ya iba a acabar,
     las angustias de la muerte    la comenzaron a aquejar,
  156   y del dolor que tenía    un gran suspiro fue a dar.
     Llamó a su tío el marqués    y comenzóle así a hablar:
  158   --Adiós, adiós, mi buen tío,    quedaos, con Dios quedad;
     que yo me voy de este mundo    para mi cuenta a Dios dar.
  160   Lo que os tengo encomendado    no lo queráis olvidar.--
     Al punto perdió el sentido    y no volvió más a hablar;
  162   recordó luego el marqués    y a él se fuera a llegar.
     Muchas veces le bendice    no dejando de llorar.
  164   Absolvió el ermitaño    y él acabó de expirar;
     el marqués, al verlo muerto,    casi sin sentido está;
  166   mas, al fin, como es discreto,    consejo quiere tomar
     del ermitaño, y le dice:    --Yo espero de tu piedad
  168   me digas en qué paraje,    en qué tierra, o en qué lugar
     nos hallamos, para ver    qué camino he de tomar.--
  170   E ermitaño responde    con una grande humildad:
     --Habéis de saber, señor,    que esa tierra sin poblar
  172   otro tiempo fue poblada;    despoblóse por gran mal,
     por batallas muy crueles    que hubo en la cristiandad.
  174   A ésta la llama Floresta    sin ventura y de pesar,
     porque nunca caballero    en ella aconteció entrar
  176   que no saliese con daño    o desastre singular.
     Hasta Mantua hay ocho millas,    ni población ni lugar,
  178   sino es una ermita    que dos millas de aquí está
     donde yo estoy retirado,    ved con qué os puedo ayudar,
  180   que por servir a Dios    lo haré yo de voluntad;
     y por vuestro acontecimiento    o por hacer caridad.--
  182   El marqués, que esto oyera,    le agradeció su bondad,
     diciéndole se quedara    para el cuerpo custodiar,
  184   mientras él y el escudero    van el caballo a buscar
     que allí cerca había dejado    en un prado apacentar.
  186   Por el camino se iban,    comenzóle a preguntar
     el marqués al escudero:    --Dime toda la verdad
  188   ¿qué venía tu señor    por estas tierras a buscar?,
     o ¿por qué causa lo han muerto?,    ¿o quién le vino a matar?--
  190   A lo cual, el escudero,    esta respuesta le da:
     --Por la fe que debo a Dios    lo que vi os quiero contar:
  192   estando mi amo en París    paseando en la ciudad,
     el príncipe don Carloto    mandó a mi señor a llamar;
  194   todo aquel día en secreto    le gastaron en hablar.
     Cuando la noche cerró    ambos se fueron a armar;
  196   cabalgaron en sus caballos    salieron de la ciudad
     armados de todas armas    con traza de pelear.
  198   Yo salí con Valdovino    y con Carloto otro tal.
     Ayer, cuando aquí llegamos    a este bosque de pesar,
  200   apartóme del camino,    junto a un bosque fue a parar;
     y así, señora, dejadme    y no toquéis más en esto.
  202   . . . . . . señora el desaire    que el cristiano paje le había hecho,
     jura por el gran Mahoma    que ha de vengar su desprecio.
  204   Apenas entró su esposo,    le salió al recibimiento
     aquella falsa enemiga;    le hechó los brazos al cuello
  206   y con un llanto fingido,    le dijo: --Poned remedio
     en vuestra casa, señor    porque el mayordomo vuestro
  208   quiso, atrevido, ofenderme    muy lacivo y deshonesto
     a mi aposento se arroja.    Trajo consigo este acero,
  210   con su puñal me amenaza;    quería lograr su intento
     mas yo, como una leona,    me levanté de mi lecho,
  212   se le quité de la mano,    y el cual, vedlo, aquí lo tengo.--
     Salió fuera el renegado,    enfurecido y soberbio,
  214   a sus criados mandó    de que prendan a don Pedro
     en una oscura mazmorra    y lo cargasen de hierro,
  216   y que no le diesen agua,    tampoco el mantenimiento,
     y que allí se moriría    pagando su atrevimiento.
  218   Un moro piadoso había,    compadecido de verlo,
     que, al descuido de su amo,    le llevaba el alimento
  220   y también le daba agua    con cariñosos afectos;
     que entre los infieles hay    también nobles sentimientos.
  222   Y al cabo de quince días,    por ver si se había muerto,
     visitóle el renegado    y, luego que vio a don Pedro vivo,
  224   ha tomado un cordel    para matarle soberbio;
     y, al tiempo de descargarle,    dijo: --Señor, deteneos,
  226   y advertid que es falso todo    por lo que estoy padeciendo.
     Yo soy mujer, no soy hombre.--    Y para prueba de esto,
  228   un pecho le manifiesta.    La dice: --Basta con esto.--
     De la prisión le sacó    dándola abrazos muy tiernos.
  230   La dice: --¡Cristiana amiga,    por mi Profeta te ruego
     que me reveles la causa    de haber mi esposa este enrede
  232   contra tí trazado entonces.
     --Yo, señor, os lo daré,    sin faltar un punto de ello:
  234   mi ama me regalaba,    me hacía buenos cortejos;
     de su mano recibí    dos joyas de grande precio;
  236   la una la traigo puesta,    la otra está en mi aposento;
     apenas fuisteis al campo    cuando declaró su intento.
  238   Yo, señor, la desairaba,    dándola buenos consejos,
     mas no pude convencerla.    Viendo que no había remedio
  240   la volví la espalda,    me vine a mi aposento.
     Y por aquellas razones    hizo, señor, juramento
  242   de tomar de mí venganza    como vos ya lo estáis viendo.--
     Viendo esto el renegado,    iracundo y muy soberbio,
  244   dijo: --Juro por el Corán,    Alá, ley que fiel profeso,
     que he de ejecutar con ella    el castigo más severo
  246   que hayan visto los nacidos    para que sirva de ejemplo.--
     Mandó al punto el renegado    que la prendan, y al momento
  248   ejecutan el mandato    de su amo, y la metieron
     en una oscura mazmorra    mientras se encendía el fuego.
  250   Llena una tina de aceite    y, luego que estuvo hirviendo,
     a la mora la trajeron    y se la echan por el cuerpo.
  252   Mandó apartaran la tina    y que le arrojen al fuego,
     donde pereció la mora    pagando su atrevimiento.
  254   Y al cabo de quince días    con felices pensamientos
     ha llamado el renegado    aquel hermoso portento
  256   de doña Josefa, y ella    acudió luego al momento.
     --Vos, señor, ¡qué me mandas?    --Veníos a mi aposento
  258   y, a solas, os lo diré,    que es de importancia el secreto.
     Ya sabéis, doña Josefa,    la voluntad que os tengo
  260   y sólo de vos me fío    para descubrir mi intento.
     Pretendo pasar a Roma    y ser de mi culpa absuelto
  262   y, después, al recogerme    en un sagrado convento,
     tú te pasarás a España;    que ya prevenido tengo
  264   dos mil doblones, los cuales    entre los dos partiremos.
     Mira que te vas mañana,    pues hoy se halla en este puerto
  266   un tratante mercader    a quien pagado le tengo
     el viaje, y con él vas    segura de todo riesgo;
  268   y pasa por Alicante,    de España famoso puerto.--
     La entregó los dos mil doblones    atados en un lenzuelo,
  270   se fue a recoger su ropa    y joyas de mucho precio
     que tenía, y, todo junto,    lo encerró en un arca, y luego
  272   mandó al amo la llevasen    al navio; así lo hicieron.
     Embarcóse el renegado    y aquel hermoso portento
  274   de doña Josefa, y ambos    a Alicante se vinieron;
     tiernamente se despiden    y él, con grandes deseos,
  276   su viaje continuó.    Siéndole feliz el tiempo
     en breve tiempo llegó    a Roma, con gran contento.
  278   Pasó a ver Su Santidad,    parte le dio del suceso
     y, confesando sus culpas    con grande arrepentimiento,
  280   en un convento se acoge    donde, llorando sus yerros,
     hizo grandes penitencias,    pasó a gozar del cielo.
  282   Pero volvamos    a la dama que bosquejo:
     la dejamos hasta aquí    con ánimo muy resuelto.
  284   En Alicante compró    un caballo y a los vientos
     imitaba en su carrera    por lo veloz y lo ligero,
  286   pasó a Valencia y en ella    entró con mucho secreto,
     se informó de sus padres    y supo que estaban buenos.
  288   Una noche determinó    disfrazada ir a verlos,
     y, a eso de las oraciones,    fue a su casa con deseo.
  290   Llegó a la puerta y, picando,    salió a abrirle un buen viejo
     y ella cortés le pregunta,    quitándose el sombrero:
  292   --¡Vive aquí el señor don Juan    Ramírez y Marmolejo?
     --Sí, señor-- le respondió,    y entró al instante a verlos.
  294   La sentaron lado a lado    y dijo: --Sabed por cierto
     que vuestra hija, señor,    hoy se halla en este pueblo.
  296   Tres años y medio ha estado    metida en un cautiverio
     sirviendo, no como esclava,    porque era absoluto dueño
  298   de la casa de su amo;    y, al cabo de aqueste tiempo,
     la ha dado la libertad    y gran porción de dinero.--
  300   Don Juan, que atento escuchaba    las razones del mancebo,
     al oírlo se enternece    y, llorando sin consuelo:
  302   --Ay, hija de mis entrañas,    oh, si permitiera el cielo
     que yo la viera en mi casa    cesaran ya mis desvelos,
  304   diera fin a una tristeza,    mis congojas fueran menos.--
     La madre, por otro lado,    hacía su sentimiento.
  306   Del asiento se levanta    y, arrodillada en el suelo,
     dijo: --Cese vuestro llanto    que a vuestra hija estáis viendo;
  308   y ahora, padre y señor,    perdonad mi grave yerro
     y lo que pretendo es    meterme en un monasterio.--
  310   La pusieron por la obra    entrándose en un convento
     de religiosas franciscas    a toda villa dando ejemplo
  312   Aprended, mozas doncellas.

Nota del editor: Copiado de manuscrito.
Correspondencia: IDEA (Instit. de Estudios Africanos, C.S.I.C.), 672.

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